Poco ha tardado Biden en pisar donde más duele a aquellos que no le han votado, incluidos los que aceptan democráticamente su victoria
EL nuevo presidente norteamericano ha empezado haciendo lo contrario a lo proclamado hace seis días en el discurso inaugural. Treinta decretos para desmontar al trumpismo sin gestos de aproximación a los sectores conservadores de la sociedad o las zonas templadas del Partido Republicano en fase de reconstrucción. Biden ha tomado sus primeras decisiones para ajustar las cuentas con su predecesor. Para la retórica y el marketing quedan la reconciliación, la unidad y un montón de palabras bonitas. Los 20.000 armados que protegieron la toma de posesión nublan su visión mas allá de la escalinata del Capitolio. Biden, vicepresidente durante ocho años, cometerá otra vez un error si olvida que Trump forma parte del legado compartido con Obama. Si gobierna solo para la mitad, realimentará al monstruo. En democracia lo prometido es deuda. Poco ha tardado Biden en pisar donde más duele a aquellos que no le han votado, incluidos los que aceptan democráticamente su victoria. Mal empieza si solo se conforma con el vaso medio lleno.
Biden ha pedido prestado un rodillo. Debe de ser la moda. A este lado del océano, tenemos disponibles varios modelos. Ni siquiera con la pandemia, el Gobierno ausente de España ha tomado decisiones por igual, para todos. Pasa el rodillo hasta repartiendo vacunas por autonomías. Todo se hace pensando en las siguientes elecciones. En beneficio propio, siempre encendidos los motores electorales. Cuando Sánchez –a través de una gigantesca pantalla de plasma que el PSC gasta en Barcelona– se recrea, ante su domesticado Comité Federal, sobre las bondades de una izquierda posibilista, le achica el espacio a Iglesias, al que necesita solo a corto plazo. Ahora toca colocar a Illa al frente de la Generalitat mientras los epidemiólogos, a excepción del señor Simón, los equipos de urgencias y demás especialidades en combate con el Covid, claman en el desierto de su desesperación viendo a cientos de españoles caer a diario en las morgues. Sánchez se limita a permanecer, gobierna escorado hacia la mitad de los votos necesarios, como le indica su Godoy de La Moncloa encuesta en mano. Iglesias acabará siendo una comparsa. Sánchez quiere la mitad entera para dormir a pierna suelta en La Mareta.