ABC (Galicia)

Ganar puede ser muy aburrido

▶ El Barcelona resuelve el trámite ante el Elche entre bostezos y sin brillo alguno

- SALVADOR SOSTRES BARCELONA

Los equipos pobres tienen frío y por eso sus jugadores juegan tan tapaditos, tan juntos. No me parece mal que los equipos pequeños se junten y jueguen a no perder. No me parece mal ni siquiera el antifútbol. Lo que me pregunto es qué sentido tiene. Yo nunca me reiré de los que reutilizan el aceite o no pueden dar pescado fresco a sus hijos. Pero lo que tampoco haré es reutilizar el aceite o llevar a mi hija a un colegio público si no tengo necesidad. Yo no pretendo despreciar lo justito, pero si puedo no es lo que comeré para cenar. El Elche, por el mismo motivo, tiene todo el derecho del mundo a jugar y a competir con toda una serie de equipos frioleros como él; lo que no es sensato es que el Barcelona pierda el tiempo y el dinero con partidos como el de Cornellá del martes y como el de ayer, que jugándose además a la hora de la siesta, subrayaba su falta de sentido y de interés, y el terrible aburrimien­to. Un sueño sin esperanza me invadió.

El Elche sólo buscaba anular al Barça y el Barça sólo buscaba, sin encontrarl­o, su sentido. Su misión. Algo que justificar­a su esfuerzo en aquella hora y espacio concreto, «y no se me ocurre nada». Lenta la tarde, lento el balón, lento el fútbol que no entiende su negocio y malgasta su potencial con entretenim­ientos de poca monta. Hacía 43 años que el Elche no le marcaba un gol al Barça y para favorecer la racha, Diego González se marcó en su propia portería. Hay dudas de si cuando De Jong impactó el balón ya había entrado o no del todo (se le concedió al holandés), pero son unas dudas que no me pueden importar. Y con mi hija despertánd­ome porque me había puesto a roncar, llegamos al descanso. Vi entonces, camino de los vestuarios, al colegiado Pizarro Gómez con su terrible peinado: pelo de un castaño claro que parecía una descomposi­ción y un tupé más largo que el resto del pelo, cortado en degradado tan infame como el partido.

Muy grande el Martínez Valero, ¿no? Me cuesta creer que cada partido se llene, es imposible que sea rentable. Con un fútbol más racional, y la competició­n ordenada según el talento y el dinero, y no el folclore del lugar de procedenci­a, el Elche podría jugar sus partidos en campos más discretos y apañados, y ganar más dinero construyen­do pisos en lo que hoy es su estadio que con el fútbol. Édgar Badía Barragán Verdú

Diego González Mojica Marcone

Josan

Raúl Guti (75) Víctor Rodríguez (82) Rigoni (75) Lucas Boyé

Morente (75) Luismi (75) Nino (82) m.39: De Jong; m.89: Riqui Puig.

(Comité madrileño). Amonestó a Busquets y Griezmann.

Larga siesta de domingo

Rigoni y Dembélé rescataron momentánea­mente al partido del sopor, con dos ocasiones fruto de errores parecidos en sus propias filas, pero los dos porteros estuvieron soberbios. El partido no estaba dormido, los que estábamos dormidos éramos nosotros. En el terreno de juego se estaba tan cerca del empate como del 0 a 2. Koeman mandó calentar a Trincao, pero estaba todo tan mortecino en Elche que más que calentar, el portugués pastaba por la hierba con la mirada como perdida, indefinida expresión bovina. Partido tosco, espeso de Dembélé. Todo lo que Umtiti tiene de defensa lento y pesado, lo tiene de preciso y elegante en sus pases filtrados.

Trincao entró por Dembélé supongo que con el afán de despertarn­os. El Barça ni sufría ni acababa de sentenciar el partido. El Elche, ni hacía lo suficiente para merecer el empate ni acababa de rendirse, y todo era como una inercia de pasiones descafeina­das, de cuando ya no nos queremos demasiado. A Koeman no se le veía contento, decía que no con la cabeza, y parecía que le había salido una pupa en el labio inferior. Ya casi siempre vestido en chándal, su aspecto regular es el de quien en el almuerzo ha comido demasiado. Esa hinchazón absurda con la que salimos de los restaurant­es cuando se nos va la mano, y que tardes tan incómodas nos causan.

El Elche intentó estirarse a diez minutos del final, pero su único héroe fue el portero Édgar Badía. De todos modos, el Barça tenía más confianza en que los minutos pasaran que en la finura de sus oportunida­des. Al final, y de cabeza, de un considerab­le cabezazo, Riqui Puig marcó el segundo. Qué contento se puso. Absurdo, aburrido e innecesari­o, murió el partido con el mismo gusto a nada con el que había empezado.

Goles De Jong abrió el marcador con un regalo del Elche y Riqui Puig, de cabeza, sentenció al final

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REUTERS Diego González, en el suelo mientras los visitantes celebran el 0-1

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