¿Puede pasar en España?
activo de un tercero (acciones), para venderlo con la idea de que el precio seguirá bajando y, de esta forma, adquirirlas posteriormente a un nivel más bajo. El beneficio está en la diferencia entre el precio al que hemos vendido primero y el valor al que lo hemos adquirido posteriormente. Muy lucrativo en mercados a la baja.
¿Se han prohibido las posiciones cortas en España en alguna ocasión?
Varias veces. La última, el año pasado, entre el 16 de marzo y el 18 de mayo, para limitar la fuerte volatilidad de los mercados por la pandemia.
¿Vamos hacia un escenario de mayor regulación?
Aemec (accionistas minoritarios) y profesores como Enrique Dans (IE University), Niederleytner (IAB) y Fernando Castelló (ESIC) así lo creen. Dans ve «imposible» evitar que haya coordinación para la adquisición de acciones. Por su parte, Castelló cree que fenómenos como el de GameStop pueden «inhibirse» si se prohiben las operaciones de cortos y Niederleytner advierte de que «hay una línea muy sutil» y cuestiona que se esté hablando de manipulación de mercado. tener que pagar más por sus posiciones, se sumaron más pequeños inversores y la acción acabó disparada. Un crecimiento de más del 1.500% en lo que va de año.
Wall Street está conmocionado. Las hordas de inversores, armados con plataformas tecnológicas como Robinhood, que permiten comprar acciones con la misma facilidad que se encarga un libro en Amazon o se pide un Uber, despreciaban los fundamentos de la Bolsa para conseguir que una empresa en crisis despegue. Es gente en pijama, confinada por la pandemia, tirada en el sofá con su portátil, sin haber pasado por Harvard ni Wharton, que intercambia asesoría financiera llena de emojis y sin respeto a la gramática, poniendo Wall Street patas arriba.
«Hedge funds» como Minerva, que ha necesitado el socorro de otros grandes inversores, están ahogados. Los apostadores a corto, según el cálculo de CNBC, han perdido casi 20.000 millones de dólares en este mes. Y gente como Keith Gill, un minorista de Massachussets, se embolsó 20 millones solo el miércoles.
De cinco a 483 dólares
Gill es uno de los instigadores de la revuelta y ayer habló con «The Wall Street Journal». Aseguró que el mercado había entendido mal a GameStop y que él siempre defendió que su acción tenía recorrido. Empezó a comprar a mediados de 2019, a un precio de cinco dólares por título. El miércoles llegó a estar a 483. «Fue una tremenda clasificación errónea de esta oportunidad», dijo sobre quienes apostaron a pérdidas.
Gill aparenta lo que se espera de un «nerd» de las finanzas, muy activo en Reddit y YouTube. Se comunica desde un habitación llena de pantallas, sentado en una silla de jugador y tocado con bandana y muñequeras color naranja chillón. Su apodo en Reddit es «DeepFuckingValue» (algo así como «valoración jodidamente profunda».
El jueves, Robinhood cortó la posibilidad de comprar más GameStop a sus usuarios. La legión de inversores aficionados lo vio como la demostración de que la plataforma, cuyo lema es «democratizar las finanzas», es una sola pieza más del mismo sistema que rescató a la banca en 2008 mientras la gente sin dinero se quedaba sin casa. La acción de GameStop se desplomó. Gill perdió 15 millones de dólares ese día. Goliath parecía que se impondría a David. Ayer, RobinHood empezó a permitir otra vez las compras y GameStop y otras acciones acosadas por inversores en corto volvieron a subir como la espuma.
La batalla seguirá. El tiempo dirá quién gana o pierde más, pero hay algo claro: Wall Street no volverá a ser el mismo.
Grandes fondos en apuros Los apostadores a corto de los grandes fondos han perdido casi 20.000 millones este mes