ABC (Galicia)

La principal cepa origen de esta desbordada situación es la de los irresponsa­bles

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YA dije que cada vez estamos más cercados. Cada vez vamos conociendo más nombres propios de familias, conocidos y amigos en las que hasta ahora eran frías e innominada­s estadístic­as de cada día y ahora son historias bien cercanas:

–Pues fíjate, María Luisa, tú conoces a María Luisa, reunió en Navidad en su casa a cenar a todos sus hijos y nietos, y de treinta y ocho que son, veintitant­os se han contagiado y uno de ellos, Manuel, está malísimo en el hospital.

Como la muerte en los cuadros que Valdés Leal pintó en el Hospital de la Caridad para don Miguel Mañara, el Covid-19 nos iguala a todos. Pero a unos más que a otros. Sobre todo a los irresponsa­bles en sus mil variantes de saltarse las normas de mínima precaución y exponerse a contagiar a todo el que se acerca, porque no guarda las distancias de seguridad ni las recomendac­iones mínimas de las autoridade­s sanitarias y creen que la mascarilla está para ponérsela en el codo en una terraza.

La insensata familia que he descrito, de las que usted conocerá decenas del pasado «salvar la Navidad», es sólo un ejemplo de irresponsa­bilidad. Pero hay muchas otras formas. Una de ellas aparece en todos los telediario­s: los niñatos irresponsa­bles de los botellones y las fiestas clandestin­as y prohibidas. Sí, avisan los vecinos, llega la Policía, los dispersan, detienen quizá a unos cuantos, les levantan atestado para sanción. ¿Y qué ocurre? Pues, como suelo decir, No Passssa Nada. Todo lo más están unas horas en un calabozo y salen con la multa puesta. Pero como se declaran insolvente­s, no pagan nada y a los dos días vuelven a las andadas. No, la culpable de esta más que alarmante situación no es la cepa británica, ni la sudafrican­a, ni la brasileña. La principal cepa origen de esta desbordada situación es la de los irresponsa­bles, es la que está produciend­o más muertes, como la del bueno de don Juan del Río, el arzobispo castrense, que he sentido mucho, porque como entonces obispo de Jerez pronunció la más hermosa y lírica oración fúnebre a Rocío Jurado en su funeral en Chipiona. Aún recuerdo aquella homilía y se la he recordado cada vez que tuve la dicha de encontrarm­e con este gran servidor de la Iglesia y de las Fuerzas Armadas.

Que yo sepa, a ningún irresponsa­ble de los botellones los han metido en la cárcel por un delito contra la salud pública, que es lo que cometen. Y ya quisiera yo que los cogiera el juez Calatayud y les aplicara una de sus sentencias ejemplares. ¿Saben qué les hacía? Pues los llevaba obligados a limpiar al menos tres días a las salas de Covid-19 de los hospitales o a sus UCI. Con su traje de buzo, para que vieran lo que es que se acerque la muerte en soledad a pesar de un respirador; para que limpien cuñas y bacinas de los enfermos; para que conozcan la angustia desbordada del admirable personal sanitario. A ver si así se daban cuenta de las consecuenc­ias de sus insensatos delitos contra la salud pública.

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