En la campaña «progresista» contra Ayuso hay un ramalazo machista
«ESA TONTITA QUE TENÉIS EN MADRID»
PONER a parir a Isabel Ayuso, la presidenta de Madrid, una periodista de 42 años de ideología liberal, es el deporte nacional de la izquierda. Han elegido Madrid como chivo expiatorio para camuflar la negligente pachorra del Gobierno ante el Covid. Ayuso osa a afearle sus miserias al sector más maula del «progresismo» con una franqueza infrecuente, y lo hace con tono sosegado, sin calentarse. Además es mujer, relativamente joven y guapa. Resultado: se les atraganta de manera visceral. La despellejan con un desdén tiznado muchas veces de un evidente machismo. Lo percibo entre mis conocidos y amigos de izquierdas. Desde Galicia, alguno –y alguna– me habla de «esa tontita que tenéis en Madrid». En la propia capital he escuchado más de un progresista santurrón y feminista refiriéndose a ella como «esa loca».
No escribiré una hagiografía de Ayuso. Como todos los políticos a veces mete la zueca. Hay mucho que mejorar tras las impresentables tragedias vividas en las residencias. También debería prestar más atención –al igual que Almeida– al problema cierto de la contaminación. Pero le ha dado un repaso al sanchismo ante la pandemia. A diferencia de Sánchez e Illa, parapetados en la burbuja monclovita, se ha preocupado de estar cerca del sufrimiento, ha visitado hospitales y morgues. Mientras Sánchez vetaba con frialdad el luto nacional, no fuese a ser que mancillase su valoración demoscópica, Ayuso acudía a oficios religiosos y actos en memoria de las víctimas y se conmovía junto a las familias. Mostraba humanidad, siendo por supuesto ridiculizada por la izquierda (y parte de la derecha finolis). Junto a su equipo, en la primera ola tuvo la iniciativa de preparar en tiempo récord el hospital de Ifema, proeza técnica ensalzada por la OMS (objeto aquí de risitas). Vislumbró la tercera ola y preparó el hospital de epidemias Zendal, vituperado en una tenaz campaña mediática. Primero lo tacharon de innecesario y de gasto superfluo. Cuando se desmandaron los contagios y probó su utilidad, iniciaron una ofensiva buscando fallos menores, normales en un centro recién abierto (me extrañó que ciertas televisiones no entrasen a investigar el grosor del papel higiénico). La «tontita de Madrid» se aburrió de solicitar a Sánchez desde el principio controles en Barajas. Tenía razón, pues el Gobierno acabó implantándolos, pero tardó meses (lo que costó contagios y vidas). Madrid ha intentado combinar la salud con la supervivencia de la economía, un equilibrio que no siempre se logra, pero que han buscado. Esta semana, la Fiscalía Anticorrupción ha archivado la denuncia del PSOE contra ella por alquilar una habitación en un apartahotel (que se pagó de su bolsillo) para poder continuar trabajando cuando se contagió durante la primera ola. Ardió Troya en las teles al rojo vivo y en la sextita pública a cuenta de aquel «Apartagate de Ayuso». Del archivo del caso, nada. Pero da igual, mucho me temo que la «tontita de Madrid» volverá a ganar en las urnas al «progresismo» machista.