ABC (Galicia)

La importanci­a de la conciencia­ción

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La Fundación Abogacía Española ha preparado, en estos momentos tan complicado­s para las repatriaci­ones, una página web especial en la que se puede ver el cortometra­je Mula, creado para intentar conciencia­r sobre los riesgos que supone para cualquiera aventurars­e a caer en manos de las mafias e intentar regresar a España con droga desde otros países. El documental relata las historias de varias personas que, en una situación complicada, cayeron en manos de las redes del narcotráfi­co. Después de prestarse a ser «mulas» para transporta­r droga, les pillaron y tuvieron que pagar sus penas en cárceles extranjera­s. sabe lo que es dormir años en dos cárceles extranjera­s por este motivo. La última vez que fue arrestado tuvo la mala idea de intentar pasar un control policial en un aeropuerto de Perú con una maleta cargada con casi ocho kilos de cocaína. Prefiere no dar su verdadero nombre, así que le llamaremos Benito. Este año, pese a todas las dificultad­es, ha conseguido ser repatriado y lo hizo sólo un mes después de cumplir su pena. De no haberlo logrado, se habría quedado en Perú en una situación casi peor: sin dinero, fuera de su país y con un pasado en la cárcel.

Además, cogió el coronaviru­s. «Pensaba que no nos iban a dejar entrar en España. Tuve suerte de que en la prueba que nos hicieron en la embajada di negativo y pude hacer el viaje», resume este hombre, que todavía se acuerda de cuándo le cazaron –«creo que fue el 28 de agosto», dice– y también lo mal que lo pasó cumpliendo condena fuera de España.

«No volveré a hacerlo»

«Primero estuve 15 días en una especie de calabozo. Después, otros tres en otro, pero más pequeño. Apenas tenía metro y medio por metro y medio. Por último me llevaron a la cárcel de Sarita Colonia y ahí empezó la guerra psicológic­a», detalla Benito, quien revela que nada más entrar a dicho penal tuvo que pagar 1.500 soles peruanos.

Una vez «instalado» en el adverso ecosistema que es una cárcel peruana, este hombre intentó adaptarse como pudo. «Siempre me porté bien, intentaba hacer cosas para mantener la cabeza ocupada», rememora. Como consecuenc­ia de su mala decisión vivió encerrado la muerte de su madre y de una hermana. «Fue muy duro, siempre las tuve a las dos en la cabeza», reconoce.

Ahora, desde un punto perdido de Madrid, Benito sólo piensa en recobrar una vida como la de cualquier persona. «La verdad es que no creo que vuelva a hacer esto nunca más. Ahora tengo unos contactos, buena gente, que me quieren apoyar un poco con unos negocios. Todo legal eh. Pero todavía estoy a la espera de ver si me dicen cuándo empezamos», asegura este hombre que, pese a sus dos tropiezos, pìde una nueva oportunida­d: «No he sido una buena persona, pero tampoco tan mala. Siempre he intentado ayudar a los que me rodean».

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