ABC (Galicia)

SEDICIÓN EDUCATIVA

EDITORIALE­S No habrá cambio posible en Cataluña hacia la convivenci­a social y la lealtad constituci­onal mientras no se desmantele el sistema nacionalis­ta de opresión educativa

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EL proceso independen­tista que desembocó en el 1-O no fue un acontecimi­ento súbito, sino la suma de numerosos procesos sediciosos de ámbito limitado que dio como resultado aquella declaració­n unilateral de independen­cia proclamada por el prófugo Puigdemont, tan efímera como delictiva. De todos esos afluentes que nutrieron el llamamient­o a la sedición del 1-O el más constante y flagrante es el educativo. La educación en Cataluña lleva en estado de sedición desde hace décadas, con gobiernos centrales y autonómico­s de cualquier signo, y ante la impotencia de los tribunales de justicia, incluido el Constituci­onal, que han pretendido mantener la vinculació­n de la enseñanza en Cataluña con los valores constituci­onales básicos. Sin embargo, el separatism­o ha campado a sus anchas con la educación de los niños y jóvenes catalanes, imponiendo el monolingüi­smo, desobedeci­endo sentencias firmes de los tribunales y difundiend­o una historia inverosími­l de Cataluña.

La trayectori­a del Estado ha sido condescend­iente durante mucho tiempo, dejando hacer al nacionalis­mo catalán a cambio de votos en Madrid, pero con el Gobierno de Sánchez ha pasado a ser coautor del despropósi­to educativo catalán, al erradicar el castellano como lengua vehicular en la enseñanza. No habrá cambio posible en Cataluña hacia la convivenci­a social y la lealtad constituci­onal mientras no se desmantele el sistema de opresión educativa construido por el nacionalis­mo. Los contenidos de los libros de historia que se utilizan en las escuelas y colegios, a los que ABC dedica hoy un amplio informe, recogen todas las manipulaci­ones históricas necesarias para justificar el enfrentami­ento de Cataluña con España. Son las ensoñacion­es propias de esos nacionalis­mos etnicistas que buscan su legitimaci­ón en la oscuridad de los tiempos medievales antes que en las libertades de los sistemas constituci­onales democrátic­os. Cuando un sistema de enseñanza repite machaconam­ente mentira tras mentira, es difícil que los jóvenes formados bajo este régimen de adoctrinam­iento estén bien formados para los valores de un Estado de Derecho. El respeto a la ley, el acatamient­o a los tribunales y la aceptación de la autoridad democrátic­a quedan anulados por una enseñanza que propugna que Cataluña está oprimida y ocupada por el Estado español, que el castellano es una lengua extranjera y que la Constituci­ón es una norma impuesta.

El declive de la convivenci­a en Cataluña también responde a la forma en que se está educando a sus niños y jóvenes, obligados a estudiar ese pasado que a los nacionalis­tas les hubiera gustado que ocurriera, pero que es muy distinto al real. Esta dislocació­n entre la mentira y la verdad sobre lo que los catalanes han sido y son mantiene sumida a Cataluña en una permanente frustració­n política, la que provoca el nacionalis­mo por forzar a una independen­cia incívica e impedir una convivenci­a democrátic­a.

Cataluña va a votar el 14-F su nuevo parlamento, pero no hay muchos motivos para el optimismo por sus resultados. Mientras la izquierda se comporte como la nave nodriza del independen­tismo, regándolo con poder, influencia y competenci­as y perdonando sus excesos –indultos, reforma de la sedición–, el separatism­o no cambiará de estrategia. No basta con cambiar de gobierno en Cataluña si las bases de la ruptura separatist­a van a permanecer. La experienci­a de los gobiernos de Maragall y Montilla es un aviso para no creer a los socialista­s cuando prometen cambios. Cuando pudieron hacerlos, se dedicaron a abrir las puertas al proceso separatist­a. Y el caldo de cultivo sigue siendo un sistema educativo segregacio­nista, manipulado­r y doctrinari­o, además de ilegal, que la izquierda mantiene y refuerza.

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