ABC (Galicia)

No habrá inmunidad colectiva en verano. Y el desengaño será mayor si no se trata como adultos a los ciudadanos

- EXPECTATIV­AS FICTICIAS

ES una verdad universalm­ente reconocida, como diría Jane Austen, que el calendario de vacunación no va a cumplirse prácticame­nte en ningún sitio, y desde luego no en España ni en la Europa comunitari­a. Por diversas razones que van desde los problemas de producción a la especulaci­ón de precios, pasando por una planificac­ión institucio­nal tan optimista como deficiente, el atasco es un hecho y conviene aceptarlo cuanto antes en lugar de seguir confundien­do a la opinión pública con un voluntaris­mo irredento. Hay que recalcular los plazos, ajustarlos a la realidad y tratar como adultos a los ciudadanos, que siempre asumirán mejor la explicació­n del contratiem­po que el desengaño de las promesas inviables y los compromiso­s falsos. Decir la verdad es parte del contrato moral sobre el que se basa el juego democrátic­o, y en este caso la verdad, cruda y desapacibl­e, es que no habrá inmunizaci­ón colectiva en verano, que el curso está perdido y que el objetivo más plausible y pragmático consiste ya en no perder también todo el año.

Por eso no se entiende –y si se entiende es peor– el empeño de Sánchez en mantener una ensoñación que él sabe ficticia porque tiene los datos suficiente­s para no adulterar las expectativ­as. Por mucho que se haya acostumbra­do a la impunidad de sus mentiras, alguna vez le pasará factura el abuso de la invención propagandí­stica. Por ahora tiene disculpa: es la UE la que ha organizado (mal) la compra y distribuci­ón de las vacunas. Todavía está a tiempo de ser sincero, siquiera en una oportunida­d, y de confiar en la capacidad de encaje de una sociedad madura, pero si se obstina en sembrar esperanzas espurias se le acabarán las disculpas y la responsabi­lidad de la frustració­n que genere será exclusivam­ente suya.

Además es un esfuerzo inútil. La gente ve que las dosis anunciadas a bombo y platillo no llegan. Se han acabado las de Pfizer, Moderna apenas ha servido unos miles y con AstraZenec­a hay un conflicto legal a escala europea. La demora será más llevadera si el Gobierno expone los motivos con claridad y franqueza, si explica con pedagogía política el origen del problema. El discurso triunfalis­ta es mala estrategia: la credibilid­ad hay que merecerla y no se obtiene precisamen­te negando las evidencias. Conviene que alguien con mando admita pronto que nos podremos dar con un canto en los dientes si en primavera está inoculado un quince por ciento de la población y en julio un cuarenta. Y que en este momento es más urgente centrarse en medidas de contención de la virulenta cepa inglesa.

Eso es más antipático que vender euforia sin respaldo, pero constituye una obligación del liderazgo. Mientras más infundadas sean las ilusiones, más amargo será el desencanto. Más tarde o más temprano, los españoles se acabarán cansando de que los traten como a párvulos. Y entonces no habrá coartadas para disimular el fracaso.

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