ABC (Galicia)

El hombre que siempre estuvo allí

▶ Entra en el Gobierno tras cuarenta años en la trastienda del poder y como figura clave en los grandes hitos del PSOE y del PSC

- V. R. A. MADRID

Llega a ministro en 2021 alguien que entró en la dirección política del PSC en 1984. Cuatro décadas en la trastienda del poder socialista son el gran bagaje del nuevo ministro de Política Territoria­l y Función Pública. Miquel Iceta representa todo lo que la gente ama y odia de la política. Un profesiona­l del poder. Ese es su oficio. Un especialis­ta de la negociació­n. Con terceros y dentro de su partido. Y al que hasta sus más acérrimos rivales le reconocen grandes dosis de ingenio. «Es el más listo de todos los dirigentes del PSC, siempre ha sabido presionar y pactar», lo describe una exdirigent­e socialista que vivió con él momentos manifiesta­mente mejorables. «Iceta siempre va por delante. Te sabe engatusar», añade un rival político.

Un hombre que tras tres décadas en los puestos de mando, pero siempre en la retaguardi­a, cogió en 2014 el timón de la nave a la deriva que era por entonces el PSC. Mantener a flote un barco lleno de grietas y en el que parte de la tripulació­n desertaba es su principal aval. Era el hombre para el rescate, para la reconstruc­ción, pero no para el despegue. «Las opciones de victoria de hoy no existirían si él no hubiese tomado las riendas en un momento muy crítico y de división interna», explica un colaborado­r.

Antes de eso acumuló un bagaje que ayuda a entender al Iceta de hoy. Estuvo en el gabinete de la presidenci­a en los últimos años de González. «Esa experienci­a será fundamenta­l ahora», dice un presidente autonómico. Se curtió a la sombra del vicepresid­ente Narcís Serra. Después formó parte del equipo que llevó a la victoria a Borrell en las primarias ante Almunia.

Fue de los primeros políticos en contar con un blog personal en internet. Tras la derrota del 2000 escribió:

Miquel Octavi Iceta i Llorens (Barcelona, 17 de agosto de 1960)

Primer cargo público: «La realidad es tozuda y el veredicto es inapelable: si el PSOE no se renueva no volverá a gobernar España». Ese diagnóstic­o le llevó a apostar por Zapatero. «Iceta ya movía mucho aparato en aquella etapa», rememora un alcalde, que recuerda al hoy ministro negociando con el sector guerrista. Un trasvase final decisivo.

La historia del PSC no puede escribirse sin recurrir a Iceta. Desde la «rebelión de los capitanes» en 1994 hasta nuestros días. En el primer tripartito negoció con ERC un asunto espinoso del acuerdo. Los de Carod Rovira querían dejar por escrito que si no se sellaba el Estatut debía celebrarse un referéndum. La negociació­n dejó aquella exigencia en un «dar voz a la ciudadanía». Fue ponente de la ponencia del Estatut. Y fue el encargado de negociar con Alfredo Pérez Rubalcaba algunos aspectos para hacerlos digeribles al

PSOE. Con reticencia­s del partido hermano se fraguó el segundo tripartito llevando a su maestro, José Montilla, a la Generalita­t. Su relevancia en el PSOE es lo que completa su dimensión de hombre clave en el socialismo español en las últimas décadas. Además de a Borrell y Zapatero apoyó a Carme Chacón en su intento de alcanzar la secretaría general. Aunque no en el equipo directo y con ciertos reparos sobre cómo afectaría eso a las relaciones con el PSC. Influir pero no mandar, eso debe hacer el PSC y eso es en esencia Miquel Iceta. Pese a aquel Congreso en la dirección de Rubalcaba guardan buen recuerdo de él porque «ayudó» en la Declaració­n de Granada que sirvió para sellar la paz en un momento que el PSC venía de defender el «derecho a decidir». Pero su gran momento en el PSOE es con Sánchez. En los ambientes más hostiles al hoy presidente se recuerda cómo Iceta recompuso los puentes para que el PSC participas­e en las primarias. De la reunión que mantuvo con Susana Díaz en noviembre de 2016 salió ese compromiso a cambio de «neutralida­d» de la dirección. Pero la política de verdad no se hace en los micrófonos. Sánchez arrasó en esas primarias en Cataluña con el 81% de los votos. Quienes lo miran con recelo creen que no tendrá mucho poder real: «Le han puesto un puente de plata. Quisieron jubilarlo de presidente del Senado y lo jubilarán de ministro». Quienes lo defienden creen que va a dar juego sea o no su último baile: «Es un político y Pedro no tiene muchos políticos en el Gobierno».

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