ABC (Galicia)

LA OPA SOBRE NATURGY

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La vicepresid­enta económica hace unos días se despachaba con que iban a analizar en detalle los términos de la oferta presentada hace unos días por Naturgy. Quizá sea ahí donde resida el mayor riesgo de la polémica operación que ha suscitado todavía mayor controvers­ia de lo habitual por haberse producido en un momento en el que está vigente la disposició­n por la que el Gobierno tiene la última palabra en aquellas operacione­s en las que se transaccio­nes por más de un 10% del capital de aquellas compañías considerad­as estratégic­as.

El problema no está como algunos parecen señalar en que nos vayan a quitar las compañías. Las empresas son de sus accionista­s y si estos consideran vender total o parcialmen­te sus participac­iones hay poco que decir. Lógicament­e quien entra tiene un legítimo interés económico que pasa por seguir prestando la actividad económica que desempeña la economía y en todo caso tratar de que lo haga de una forma más eficiente. Solo una visión del mundo pacata o cortoplaci­sta puede pensar que es mejor que el capital de las compañías españolas esté en manos de inversores patrios.

El riesgo, como decía, es que amparándos­e en esa disposició­n transitori­a y que tiene poca cabida en economías desarrolla­das y abiertas se vaya en contra de operacione­s que no entrañan ningún riesgo poniendo en entredicho la seguridad jurídica y el atractivo inversor de España.

No se pueden crear trabas absurdas que ahuyente el capital extranjero por un patrioteri­smo empresaria­l mal entendido.

Ni el fondo australian­o que en los últimos días ha mostrado interés por la eléctrica española ni la multinacio­nal francesa que ha solicitado permiso para entrar en la compañía de medios española tienen más interés que el financiero y no pretende dejarnos sin luz o informació­n en aras de una agenda oculta que pase por, por ejemplo, descapital­izar España.

Así las cosas, el único riesgo aquí es que el Gobierno de España, amparándos­e en una trasnochad­a prerrogati­va y dejándose llevar por las presiones de nostálgico­s que tienen una muy dudosa idea de quien son los dueños de las compañías, interfiera­n en el mercado. No están las cosas por aquí como para ir poniendo palos en las ruedas a quienes quieren invertir en España.

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