Blanca Crusset
«¡Cuántas puntadas di, para sacar al niño “pa’lante”» Quédate con las miradas y la categoría de estos últimos veinte días de su vida
Nunca reconoceremos suficientemente lo que esa generación hizo por nosotros y por la Historia de España. Su esfuerzo, su amor, su valentía, su patriotismo y su retranca. Como los de doña Blanca y tantos tíos Alberto. Ella y tantos otros hicieron la Transición, construyeron Cataluña –para que ahora nos vengan los supremacistas– alimentaron a sus familias y lo hicieron todo rebosando un cariño infinito. Un cariño que jamás igualaremos.
Blanca Crusset y su esposo partieron desde Cuevas de Almanzora a Barcelona, como tantos españoles emigraron a Madrid o a Bilbao, para labrar el futuro. La naturaleza quiso que, casi de sopetón, naciera Carlitos en la provincia de Almería y que con el capazo a cuestas volvieran a Barna.
Y allí rehízo su vida. Enviudó cuando el chico cumplía 11 años y entonces trabajó como una bestia y dio millones de puntadas para sacar al niño «pa’ lante», como le gustaba recordar. Tantas puntadas que sirvieron para que un tal Carlos Herrera se convirtiera en un chavalote renacentista: médico, D. J., locutor, periodista, cocinillas, lector...
Doña Blanca mezcló como nadie la retranca andaluza y la sobriedad catalana. La elegancia de una categoría humana innata en esa generación con la fiereza del pueblo llano. Y con el humor.
Porque estamos dejando de ser españoles por olvidarnos de ese humor cervantino, campechano e inteligente como el de tantas doña Blanca.
Una inteligencia que se traducía con una mirada. Esa mirada de nuestros padres que te penetraba, te escudriñaba y te desnudaba. Cómo hacía con las visitas, con los falsos y con los amigos del alma. Una mirada que nunca falla.
Y me queda la comida. La cuchara, esos canelones de leyenda y el pollo en Navidad. La religión del buen comer y del beber con tiento desde el vino al vermut pasando por ese cava catalán que doña Blanca adoptó de por vida hasta la pasada Nochebuena.
Y MI POSDATA: Lo sé, Tron, es imposible sustituir tu sentimiento. Tan solo recuerdo aquel mensaje que me enviaste cuando murió mi madre, unas semanas después de irse mi padre: «Ya están los dos juntos».
Pues eso, Tron, ya están los dos juntos. Quédate con las miradas y la categoría de estos últimos veinte días de su vida. Saborea esos tres benjamines.
Esta es una buena hora para escuchar la radio ¿Qué digo? la mejor hora para escuchar la radio desde el cielo. Seguro que doña Blanca nos está oyendo, y criticando y riéndose orgullosa con su hijo después de tantas puntadas para sacarte adelante... «pisha».