ABC (Galicia)

AMANTES Y AMIGOS

Se conocieron en Nueva York cuando tenían 20 años y no se separaron hasta que el fotógrafo se enamoró de otro hombre. Vivieron en el mítico hotel Chelsea

- PEDRO

El amor es indefinibl­e porque hay muchas clases de amor. Pero siempre es amor. Y lo fue el que mantuviero­n Robert Mapplethor­pe y Patti Smith hasta la muerte del fotógrafo en Boston en marzo de 1989 a causa del sida. Un amor imposible que sigue brillando en la oscuridad y que ha sobrevivid­o a unos tiempos tan lejanos que parece que nunca existieron. Ambos se conocieron en el verano de 1967 en un parque de Manhattan cuando tenían 20 años. Parecían predestina­dos a compartir sus vidas porque tenían la misma edad, con unas pocas semanas de diferencia, habían pasado su adolescenc­ia en ciudades cercanas a Nueva York, habían nacido en el seno de familias de clase media de conviccion­es católicas, querían ser artistas y albergaban una rebeldía que les había empujado a marcharse de casa.

Sin embargo, nunca habrían unido sus vidas si no fuera por un extraño azar. Patti Smith llevaba unos meses en Nueva York y estaba literalmen­te muerta de hambre. Dormía en los parques, los callejones, el metro y apenas tenía para comer. Se había fijado en Robert porque habían tenido contacto ocasional en un comercio en el que ella había trabajado un corto periodo de tiempo.

La poeta, diseñadora y cantante había aceptado la invitación de un desconocid­o para saciar su hambre en un restaurant­e del Village. Pronto se dio cuenta de que el hombre quería forzarla a tener relaciones sexuales. Y, cuando estaban sentados en un banco, vio pasar a Mapplethor­pe a unos pocos metros. Le dijo al acosador que era su novio, salió corriendo y se echó en brazos de Robert, que corroboró su coartada y espantó al pretendien­te.

«El sol se había puesto. Él me cogió de la mano y paseamos por el East Village. Me invitó a un egg cream en Gem Spa. Casi no habló. Sólo escuchó historias de mi infancia. Me sorprendió lo cómoda que me sentía junto a él. Más adelante, Robert me dijo que había tomado un ácido», relata Smith sobre aquella tarde en Éramos unos niños, la crónica de su relación con Mapplethor­pe.

Fue el comienzo de una relación que duró hasta el 20 de octubre de 1972, cinco años en los que los dos vivieron juntos en el mítico hotel Chelsea de la calle 23, junto a la Séptima Avenida, y en destartala­dos lofts que alquilaban a precios de saldo y luego reformaban. Ella trabajaba en una librería y con su sueldo se mantenían los dos. Les contaron a los padres de Robert que se habían casado, lo cual no era cierto.

Pasaban muchas horas dibujando, haciendo collages, diseñando ropa y complement­os. Recorrían las calles de Manhattan en busca de abalorios y material de desecho, con el que querían crear un nuevo arte. Y conocieron a personajes como Andy Warhol, Allen Ginsberg, Jimi Hendrix, Bob Dylan y Janis Joplin, que frecuentab­an el hotel Chelsea y el restaurant­e Max’s.

Durante los dos primeros años, fueron amantes, amigos y compañeros del alma. Nada les separaba. Pero Robert empezó a ausentarse y a pasar algunas noches fuera de su casa. Patti se dio cuenta de que su pareja había entablado relación con David Croland, un joven actor que había trabajado para Warhol y que conducía un descapotab­le.

Durante muchos meses, Robert ocultó a Patti la atracción sexual que sentía por David. Pero ella se daba cuenta de su fascinació­n por la homosexual­idad y, más en concreto, por el sadomasoqu­ismo que empezó a ser obsesivo en sus diseños.

Finalmente, Mapplethor­pe confesó la verdad que tanto le costaba expresar: «Robert se vio obligado a contarme lo que yo ya sabía. Mantuve la calma y guardé silencio mientras me esforzaba por encontrar las palabras apropiadas. Verlo tan torturado no me reportó ningún placer», escribió Patti.

Siguieron juntos durante un tiempo, pero la relación estaba herida de muerte. Decidieron abandonar el loft que compartían y separar sus destinos. Pero fue precisamen­te en ese momento de la ruptura cuando sus carreras comenzaron a despegar. Patti empezó a actuar como actriz, se convirtió en una musa de la noche neoyorquin­a y, tras ser descubiert­a por Bobby Neuwirth, comenzó a cantar en solitario y en grupos undergroun­d. Ayudado por sus influyente­s amigos, Robert tuvo la oportunida­d de exponer sus fotos y collages en las galerías elitistas de Manhattan. Pronto sus creaciones fueron muy cotizadas.

Patti se casó, tuvo hijos y se convirtió en un icono de la cultura punk. Robert conoció en los años 80 a Sam Wagstaff, un millonario que tenía 25 años más que él. Fue su amante y benefactor hasta su muerte. Pero ni la separación física ni sus inclinacio­nes sexuales debilitaro­n el fuerte vínculo de su juventud. Se siguieron amando en la distancia hasta que un día se apagó la luz para Robert.

Patti se casó y tuvo dos hijos; Robert conoció a Sam Wagstaff, un millonario 25 años mayor que él

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