Protesta transnacional y sin liderazgo contra las restricciones en Europa
▶Una revuelta no organizada contra las medidas de las autoridades por el Covid, conectada por las redes sociales, se extiende por diversos países
No están organizados ni conectados, más allá de las redes sociales a través de las que se comunican. No hay grupos políticos ni consignas generalizadas. Los integrantes de la manifestaciones niegan incluso identificarse los unos con los otros. Pero todos ellos tienen en común su resistencia a las restricciones por un colorido catálogo de motivos en ocasiones contradictorios. Y todos ellos están manifestando su descontento en las calles de las capitales europeas, llegando a veces a protestas violentas y poblando las comisarías de Policía y ocupando las portadas de los periódicos ante unas administraciones que tienden a considerarlos como grupos extremistas o paranoicos sin entrar a debatir sus razones.
Las cifras de detenciones son una muestra de la dimensión que cobra este movimiento. Solo el pasado domingo, la Policía belga arrestó a 488 manifestantes. Ante la estación central de Bruselas se produjo la mayor concentración, en la que se corearon consignas pidiendo «libertad» y el final del confinamiento que terminó en disturbios. En los Países Bajos fueron 38 los detenidos, a pesar de que las manifestaciones no alcanzaron el domingo la violencia de las del pasado fin de semana, que se saldaron con numerosos destrozos y 250 detenidos. En Dinamarca, tres manifestantes han sido formalmente acusados de delito de odio por quemar, durante una protesta, un maniquí disfrazado de la primera ministra, Mette Frederiksen, con un cartel en el que se leía: «Hay que matarla». La mayoría de los manifestantes daneses eran pacíficos, pero varias docenas más radicales, enfrentados a la Policía, causaron heridas a una docena de agentes.
En Polonia es el sector de la hostelería y el turismo el que ha llamado a la desobediencia civil. Los operadores de más de un centenar de hoteles y restaurantes, bares y locales de ocio han anunciado en Twitter que reanudarán ilegalmente la actividad bajo el hashtag #îotwieramy (#Abrimos). Estos empresarios se sienten respaldados por la sentencia de un tribunal de Opole, según la cual el cierre parcial impuesto por el Gobierno sin los mecanismos previstos por la Constitución no sería válido.
«Las limitaciones, por ley»
«Las actividades económicas en Polonia solo pueden restringirse por ley, y hoy por hoy no existe tal ley», explica Dorota Rydygier, propietaria del restaurante de Cracovia Voila y que ha participado además en la presentación de la mayor demanda colectiva de la historia polaca, a través de un bufete de abogados y contra el Tesoro Estatal de Polonia. Los hosteleros polacos protestan desde las puertas de sus propios locales y reivindican su derecho al trabajo. «150.000 trabajadores del sector han perdido ya su empleo. Ningún gobierno tiene derecho a destruir la vida de tantas personas sin una ley que respalde esa decisión», lamenta el presidente de la Cámara de Comercio (IGGP), Sławomir Grzyb.
En Alemania las protestas más graves tuvieron lugar en octubre y noviembre, convocadas por un movimiento ciudadano imposible de perfilar como es Querdenken (Pensamiento alternativo). Este domingo, unas mil personas volvieron a desfilar pacíficamente por las calles de Berlín y también en una manifestación autorizada en Múnich (Baviera). «Nos solidarizamos con los manifestantes austriacos», decían sus pancartas, en referencia a las 10.000 personas que participaban a la misma hora en una marcha no autorizada en Viena que derivó en violentos enfrentamientos con la Policía, en los que diez agentes resultaron heridos. Las denuncias por agresiones y destrozos de mobiliario público superaron las 850.
La prensa austriaca identifica a los manifestantes como «hooligans, gente de la escena extremista de derecha, pero también familias». Participó un diputado del FPÖ, Dagmar Belakowitsch, pero los convocantes se distancian de la extrema derecha y consideran estos «encasillamientos» como