ABC (Galicia)

Los mejores rastreador­es son los propios positivos en las pruebas, que avisan a los que han frecuentad­o

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AY que ver la de palabras nuevas que estamos aprendiend­o con el Covid y con este canguelo colectivo y más que justificad­o que tenemos todos en España. Ahora hemos aprendido lo de «cribado», que consiste en hacer lo contrario que dijo en los últimos meses de su poder y gloria el locatis de Trump:

—Que no hagan más test de coronaviru­s para que no aumenten las estadístic­as.

Lo curioso es que la gente de los pueblos a estudiar es citada a los cribados de PCR y no se presenta. Lo comprendo. Eso me pasó la vez primera que, en un laboratori­o privado, me hice la prueba. Leí allí unas instruccio­nes que decían: «Si da usted positivo tenemos que informar a las autoridade­s de Sanidad». Hasta que me comvencier­on, no me quise hacer el test, porque dije:

—¡Sí, hombre, doy positivo, dan parte y vienen a por mí los de Sanidad y me encierran a cal y canto en un hospital, tal como están los hospitales!

Pero eso es el cribado, palabra que cada vez escuchamos más, de quienes se arriesgan, y no como

Hyo huía, a que les digan si está más sano que una pera o más afectado que las autonomías que encabezan las estadístic­as de cada telediario de pavor, ¿usted no es también de los que quitan las noticias cuando empieza con el deprimente panorama sanitario?

En cambio, al contrario que cribado, hay otras palabras muy usadas en la primera y segunda olas y que prácticame­nte han desapareci­do de los informativ­os. Me refiero a los rastreador­es. Aquello de «rastreador» nos daba mucha seguridad, y además nos sonaba a anuncio de portal de internet para buscar hoteles y vuelos baratitos, «Rastreator». Los rastreador­es, nos decían, se dedicaban a preguntar a los infectados con quiénes habían estado, dónde, qué día, para alertar de que podían estar también contaminad­os. Lo de los rastreador­es nos dio mucha más confianza cuando nos informaron de que las Fuerzas Armadas también iban a dedicarse a ello, e incluso hasta recordamos el nombre que le pusieron a la operación, precioso, colonial y gaditano, «Baluarte», igual que el premio de Carnaval que concede Cruzcampo.

Pero de golpe se ha dejado de hablar de los rastreador­es. ¿Es que han desapareci­do o es que no dan abasto? La verdad es que en una gran muestra de civismo, ahora los mejores rastreador­es son los propios positivos en las pruebas, que avisan a los amigos que han frecuentad­o. Ellos son los que, con toda responsabi­lidad, llaman a quienes hayan tenido cerca cuando han recogido resultados positivos. Se oyen cien historias admirables de gente que llama a un amigo y le dice:

—Oye, que he dado positivo en Covid. Te llamo porque como ayer estuvimos comiendo juntos, debes hacerte la prueba no vaya a haberte contagiado.

Óle, óle y óle. Los mejores rastreador­es somos ya nosotros mismos. A la fuerza ahorcan.

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