ANÁLISIS
El mal menor
Cataluña se ha quedado sin buenas opciones y sólo puede elegir en el mal menor. Es lo que se sufre en decadencia. Es la degradación del sistema. Ningún constitucionalista ni ningún independentista irán a votar ilusionados el 14 de febrero. Todo serán votos en contra, para evitar un mal mayor. Es la tristeza del sistema. Es la amargura de una sociedad que lo bueno que tenía lo ha convertido en despropósito, en renuncia y en asco. No ha habido peor negocio en la España democrática. Ni siquiera Podemos ha significado para el conjunto de la nación una desolación tan desesperante. Yo entiendo que Illa les resulte un candidato con muchas sombras, imperfecto, inquietante. Pero es el único que pese a todo puede conseguir que la perversa dinámica de Cataluña cambie. Y en esto, precisamente en esto, es en lo que tendríamos que aclararnos. Si estamos dispuestos a hacer promedio con la gran mediocridad del mundo, si preferimos mantenernos en nuestra línea de estupendos, o si estamos dispuestos a renunciar a algo para hacer posible el atisbo de algún cambio. Yo creo que no tendremos el suficiente carácter. Y del mismo modo que los indepes ingresaron voluntariamente en la cárcel, o se fugaron en lugar de defender la independencia, la Cataluña normal preferirá el prejuicio a la inteligencia.