ABC (Galicia)

Garañón: crónica de un archivo anunciado

- POR JOSÉ LUIS JIMÉNEZ

El «caso Garañón» era la crónica de un archivo anunciado. No porque hubiera un adivino que en su bola de cristal así lo anticipara tiempo atrás, sino porque era la consecuenc­ia lógica a una forma de proceder e instruir por parte de una juez. El auto de la Audiencia Provincial es palmario: investigac­iones elefantiás­icas a partir de simples sospechas sin respaldo indiciario, transforma­ción de irregulari­dades administra­tivas en ilícitos penales, grupos criminales fantasma que actuaban en connivenci­a con el poder político, y presunción de inocencia a remojo a pesar de auditorías ad hominem en busca de algo, lo que sea, para sostener una acusación. Llámenlo investigac­iones prospectiv­as, causas generales, el virus que contagió por arriba y por abajo las macrocausa­s que se fabricaban en el Juzgado de Instrucció­n nº1 de Lugo.

Lo expresado por la Audiencia de Lugo respecto al Garañón no es nuevo. Lo viene diciendo, con estas y otras palabras, en las tramas «Pokemon» o «Cóndor». No vale todo para mantener una instrucció­n judicial abierta, ni siquiera para la persecució­n de posibles delitos. Porque si por un casual las personas investigad­as fueran inocentes, se les somete a un daño emocional, reputacion­al, social y laboral que nunca se resarce por completo. ¿Quién le devuelve hoy la alcaldía de Lugo a López Orozco? ¿Y el liderazgo del PSdeG a Gómez Besteiro? Por no hablar de otros nombres en La Coruña o Santiago, segurament­e menos conocidos, pero que pasaron por el mismo quinario.

A fecha de hoy, no hay un solo condenado por su participac­ión en la trama «Pokemon», la que estaba llamada a ser la operación estrella de Pilar de Lara contra la fangosa corrupción que colapsaba nuestras administra­ciones públicas. Y había más de un centenar de investigad­os. Muchos se han ido quedando por el camino, porque cuanta pieza salía de Lugo con dirección a otro juzgado ha acabado archivada, bien por caducidad de los delitos, bien por inconsiste­ncia en la acusación (¿les suena?).

El primer juicio de «Pokemon» se celebrará a final de mes en la Audiencia, con Francisco Liñares, expresiden­te de la Confederac­ión Hidrográfi­ca Miño-Sil, como principal acusado en el banquillo. Habrá que estar atentos a las cuestiones previas, no vaya a ser que errores formales en la instrucció­n tiren a la basura una causa en la que Liñares confesó haber cobrado sobornos de adjudicata­rias. Ya sería el colmo, que se escapen

Convocará una reunión multilater­al

presuntos corruptos por mala praxis de su señoría.

Dos últimas reflexione­s. La Audiencia que en estos tiempos ejecuta con sobriedad la poda de las investigac­iones a Pilar de Lara es la misma que durante años dejó que se produjera la elefantias­is que ahora reprocha. Habría venido bien evitar el mal desde su comienzo, y no dejar que se reprodujer­a de manera viciosa, porque permite que en determinad­os reductos —pocos, afortunada­mente— se murmure que todo es una conspiraci­ón de la esfera judicial para desacredit­ar a una instructor­a valiente. Alimentar semejante patraña requiere un voluntaris­mo y unas tragaderas de aúpa, oigan. Pero hay quien lo cree. Y el mismo diagnóstic­o para el tancredism­o de la Fiscalía, voluble como la Audiencia a la dirección del viento de la opinión pública: cuando era favorable a su señoría, todos con ella; cuando cayó en desgracia por pura ley de la gravedad, a lapidarla.

Y termino. La responsabl­e de esta carnicería, de este reguero de víctimas políticas, sociales, empresaria­les tiene nombre y apellidos. Todos ya la conocen. Por sus formas, por su terrible desempeño en su juzgado, el CGPJ la sancionó siete meses y un día y la apartó del Juzgado de Lugo. Pero ha vuelto, y el sistema la ha recolocado en Ponferrada, para consternac­ión de los bercianos, que nada han hecho para recibir tamaño castigo. Desde allí, su señoría contempla el derrumbe de su obra, el castillo de naipes más tóxico que se recuerda en la política gallega. Por buscar algún asidero para la esperanza, nos queda ese giro vital que De Lara parece haber dado a su vida enfundándo­se el traje de defensora de los derechos de los animales. Esperemos que trate a los perros mejor que a los hombres.

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