CAMILO JOSÉ CELA El periodismo, ABC y «El color de la mañana»
▶ Sus manuscritos atestiguan el esmero que ponía en sus artículos
a relación de Camilo José Cela con la prensa fue constante a lo largo de toda su vida. Además de los miles de artículos que publicó en periódicos y revistas, algunas de sus obras de creación vieron la luz con anterioridad al libro en la prensa periódica. A título de ejemplo valga su segunda novela, Pabellón de reposo, publicada por entregas en El Español. Semanario de la Política y del Espíritu, entre el 13 de marzo y el 21 de agosto de 1943, mientras Cela obtenía el carnet de periodista el 27 de mayo. En ambos hechos fue decisiva la participación del poderosísimo delegado nacional de Prensa, Juan Aparicio, quien, por lo demás, celebraría la excepcionalidad literaria de La familia de Pascual Duarte en un artículo aparecido en El Español (23X-1943), que dirigía el propio Aparicio, y recogido en un libro singular para comprender la cultura oficial de la inmediata posguerra, Españoles con clave (Barcelona, Luis de Caralt, 1945). Aparicio, a quien en las cartas de estos años Cela siempre llama «camarada», abrió las puertas de la cotidiana pelea por el garbanzo de un escritor que se fraguó en la década 1943-1952 en Arriba y los diarios provinciales de la cadena del Movimiento.
Martín Marco, alter ego del joven Cela en La colmena –la novela que retrata un trozo de vida de Madrid en 1943– sostiene ante el cacheo de la policía: «Colaboro en la prensa del Movimiento, pueden ustedes preguntar en la vicesecretaría […] Mi último artículo salió hace unos días en varios periódicos de provincias […] Se llamaba “Razones de la permanencia espiritual de Isabel la Católica”, si bien unos minutos después y a través del monólogo interior vomita: “Ni Isabel la Católica, ni la vicesecretaría, ni la permanencia espiritual de nadie. ¿Está claro? ¡Lo que yo quiero es comer!”. Era la cotidiana pelea por el garbanzo y en ella se fraguó el excepcional escritor.
Fueron los libros de viajes (ese género que revitalizó Cela en la estela de los escritores del 98, de Ortega y Gasset y del primer Josep Pla) los que más frecuentemente habitaron las páginas de la prensa antes de ver la luz en libro. Al
Lmargen de Viaje a la Alcarria (1948), cuyos primeros capítulos aparecieron en El Español en el verano del 46, y de Del Miño al Bidasoa (1952), su primera redacción ve la luz en el diario Pueblo a finales del verano del 48, el ejemplo paradigmático es el Viaje al Pirineo de Lérida (Madrid, Alfaguara, 1965), subtitulado «Notas de un paseo a pie por el Pallars Sobirá, el Valle de Arán y el Condado de Ribagorza», que Cela llevó a cabo a mediados de agosto del 56 en compañía de Felipe Luján, Josep Maria Espinás y Xosé Luis Barros –lo recuerda con entera precisión en uno de los artículos de El color de la mañana (5-XII-1999)– y que publicó en 47 entregas, del 5 de octubre del 63 al 7 de junio del 64 en el diario ABC. Su director, Torcuato Luca de Tena, le había escrito el 27 de agosto: «Acepto alborozado lo de anticipar a octubre la publicación de tus primeras andanzas pirenaicas». En la primera entrega de ABC, que corrigió con no pocas variantes e interpolaciones, se leía: «Al viajero le acomoda más la geografía que la historia. La geografía es el decorado que Dios pintó para que en él representasen los hombres el drama, o la farsa, de la historia».
Su larga trayectoria de articulista, en general, quiere ofrecer la glosa del mundo en torno (historia, política, sociedad, costumbres, cultura…) en diversos y sucesivos estadios de su vida. Las primeras recopilaciones muestran además la forja de un escritor: Mesa revuelta (1945), Cajón de sastre (1957) o La rueda de los ocios (1957). A este último libro va a parar la primera y breve serie –nueve artículos– que publicó en ABC en el verano del 53 mientras viajaba por segunda vez a Hispanoamérica. Antes de dicha serie Cela sólo había publicado una colaboración en ABC, «El anciano mendigo» (25-XI-1951): se trata de una breve canción procedente de una de las joyas bibliográficas del escritor gallego, Cancionero de La Alcarria (San Sebastián, Cuadernos Norte, 1948), acompañada de un magnífico dibujo de Juan Esplandíu, uno de los ilustradores que más y mejor acompañó la obra Cela.
De los más de veinte tomos de artículos que agavilló es conveniente no olvidar La bola del mundo (1972), el espléndido Los sueños vanos, los ángeles curiosos (1979), El juego de los tres madroños (1983), su segunda colaboración más extensa después de El color de la mañana, que se desarrolló también en ABC, entre marzo del 79 y marzo del 82, con un total de 391 artículos, El asno de Buridán (1986), Desde el palomar de Hita (1991), El camaleón soltero (1992) y A bote
Camilo José Cela, en su casa a las afueras de Guadalajara
«Viaje al Pirineo de Lérida», publicado en ABC el 5 de diciembre de 1999
«El anciano mendigo», del Cancionero de La Alcarria Algunos de sus manuscritos «Mis burros» y «La grajilla Diana», de la serie El color de la mañana pronto (1994), que precede a la parcial recopilación de El color de la mañana (1996). El juego de los tres madroños es una espléndida serie, magistralmente ilustrada por Lorenzo Goñi, que fue seguramente el ilustrador que mejor entendió al premio Nobel. En un artículo de esta serie titulado «Lorenzo Goñi, el Sordico» (13-II-1981), Cela escribe: «Dibuja y graba y pinta con muy raro talento y muy firme pulso unos sueños que son parientes de los de Goya, quizá con un punto menos de acritud y un adarme más de misericordia».
Cela mantuvo con ABC una relación continuada desde la publicación de los artículos americanos de 1953, siendo miembro y después presidente del jurado de los premios Mariano de Cavia, Luca de Tena y Mingote. El propio Cela ganaría el Cavia del 92 por un artículo publicado en El Independiente (18-II
Joyas de Cela