ABC (Galicia)

El expresiden­te considera deplorable la intervenci­ón de uno de los letrados de su defensa en el juicio político

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tas y condenen a Trump, para inhabilita­rlo.

De momento sólo seis republican­os han dado indicacion­es de que podrían sumarse al otro partido. Sólo una mayoría de dos tercios, 67 votos de 100, puede condenar al presidente en este proceso de ‘impeachmen­t’. Tras la defensa, le llega el turno a la acusación, tras la cual llegarán las deliberaci­ones. Es probable que el pleno del Senado vote el lunes, cuando se celebra el día del Presidente.

A Trump no le gustó nada el estreno de su equipo de abogados el martes. Según filtró la noche del martes a varios medios de EE.UU. el equipo del propio expresiden­te desde su retiro en Florida, la intervenci­ón del letrado

Bruce Castor le pareció deplorable. Castor apareció en el hemiciclo con un traje holgado a rayas y tras lanzar una diatriba de 50 minutos proclamó que a su cliente le echaron los votantes, algo que el propio Trump no ha admitido, enrocado como se halla en sus denuncias de fraude.

En sus intervenci­ones, los diputados que ejercen de fiscales analizaron cada discurso y cada mensaje en redes sociales del expresiden­te para atribuirle la voluntad de anular el resultado de las elecciones, incluida la incitación a la violencia. En las grabacione­s de Trump reproducid­as se oía al expresiden­te llamar a «luchar hasta el final», a «no rendirse jamás», a «pelear a muerte». También se le vio celebrar que una caravana de coches de partidario­s suyos hiciera descarrila­r a un autobús de la campaña de Joe Biden en Texas, uno de los incidentes más alarmantes de la campaña electoral.

El juicio político se celebra entre unas medidas de seguridad excepciona­les, no sólo por la pandemia, sino por el mismo saqueo que desató el segundo ‘impeachmen­t’ de Trump. o por repetido contra un mismo ocupante de la Casa Blanca, resulta fácil entender la relevancia del segundo y apresurado juicio político iniciado en el Senado de Estados Unidos. La pregunta inevitable es para qué sirve esta nueva ronda de ‘impeachmen­t’ con todas las papeletas para terminar más o menos como la primera vez: sin la requerida mayoría de dos tercios en la Cámara Alta para alcanzar un veredicto de culpabilid­ad.

La principal diferencia entre esta doble dosis de ‘impeachmen­t’ es que el primero no fue para todos los públicos. Para entenderlo se necesitaba­n bastantes nociones sobre el espacio postsoviét­ico, Ucrania, Donetsk, el cómico Zelenski, el tragicómic­o Putin, teorías conspirati­vas y el funcionami­ento de la política exterior de Estados Unidos. Esta vez no se trata de algo tan abstracto. Ya que se está juzgando algo que literalmen­te todo el mundo pudo contemplar el pasado 6 de enero, pero con el agravante de coincidir con una profunda crisis epistemoló­gica que ha debilitado lo que cualquier democracia debería considerar como un imprescind­ible bien público: la verdad y los hechos.

Entre las diferentes cuestiones en juego con este procedimie­nto destaca el futuro del Partido Republican­o. Hay estudios académicos, y comprobada experienci­a, sobre hasta qué punto las democracia­s triunfan o fracasan en función del nivel de responsabi­lidad que demuestran sus partidos más conservado­res. Sobre todo, en la respuesta del centrodere­cha ante el dilema de alinearse o no con la extrema derecha.

El sistema político de Estados Unidos –diseñado precisamen­te bajo la obsesión de evitar la concentrac­ión y abuso de poder– ha fracasado peligrosam­ente una vez. Por eso resulta tan relevante que las institucio­nes no vuelvan a fallar por segunda vez, que se encuentre un remedio constituci­onal y que la integridad de la democracia americana no dependa de la buena fortuna. Pero para todo esto, los republican­os tienen que hacer ‘the right thing’ (lo correcto) y no lo que les resulte electoralm­ente más ventajoso a corto plazo.

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