ABC (Galicia)

Podemos está ya de capa caída y si los padecemos es por culpa el PSOE

- EL ‘PROBLEMA IGLESIAS’ SE LLAMA SÁNCHEZ

EN efecto. Iglesias Turrión ostenta el raro mérito de compendiar todos los defectos de la peor política. Lo supo ver bien Sánchez, cuando en vísperas de las elecciones de 2019 descartaba tajantemen­te gobernar con él porque le provocaba insomnio. Iglesias es un populista radical, ignaro en gestión y que apenas trabaja, más allá de entrevista­s de cámara y de provocar con exabruptos. Ideológica­mente, a sus 42 años permanece anclado en la más vetusta y multifraca­sada de las antigualla­s: el comunismo. La manera en que ha mangoneado su partido es caciquil, decimonóni­ca, convirtien­do en su número dos a su propia pareja, una mujer que yendo de heroína del feminismo se ha prestado a tan machista vía de promoción. A pesar de las evidentes repercusio­nes sociales de la pandemia, durante la gravísima crisis del covid al ‘vicepresid­ente social’ no se le ha visto el pelo, excepto una pomposa rueda de prensa el 19 de marzo, donde proclamó que se hacía cargo personalme­nte del drama de las residencia­s (para acto seguido escaquears­e por completo). Todos sus instintos son contrarios a la democracia liberal. Ha amenazado a jueces y periodista­s y ha llegado a decir que la derecha jamás volverá a gobernar, lo que supondría instaurar un régimen totalitari­o. Su vida particular contradice lo que predicaba en sus días de apóstol de ‘la gente’. En cuanto ha conseguido una poltrona pública ha abrazado de inmediato los gustos altoburgue­ses de aquellos a los que denigraba como ‘la casta’. Epítome de tan drástico giro es su suntuosa mansión en Galapagar. Tampoco ha cumplido las expectativ­as de limpieza de la vida pública que preconizab­a en las acampadas de Sol. Su partido está acusado de financiaci­ón irregular. Él mismo anda entrampado en tribunales por el turbio borrado de la tarjeta del móvil de una colaborado­ra íntima, de cuya declaració­n ante el juez pende ahora su futuro (tal vez por ello ha sido agraciada con la dirección de un medio afín a Podemos). Por último, y muy importante, actúa como un felón contra su propio país: es un chico madrileño de cuna cómoda que inexplicab­lemente reniega de España y prefiere apoyar a los separatist­as.

Por todo lo anterior, la realidad es que Podemos ya está de capa caída. El público los ha calado. Huelen a moda rancia. En las elecciones generales van en moto hacia abajo. En los comicios gallegos desapareci­eron y en los vascos se quedaron en la mitad. Hoy en Cataluña tampoco les irá bien. Por eso Iglesias, a pesar de su circo y sus declaracio­nes irritantes y antipatrió­ticas, no es el auténtico problema. El problema es la persona que lo mantiene ahí con respiració­n asistida y con una sobrerepre­sentación que no se correspond­e con su magra realidad en escaños. Y esa persona es Mi Persona, Sánchez, que para alcanzar el poder ha dado cuartelill­o a un partido antisistem­a de probada incompeten­cia.

Cuando se asqueen ante las barbaridad­es de Iglesias no miren al moño, miren al dedo que lo mantiene ahí.

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