ABC (Galicia)

«Hemos perdido la capacidad de escucharno­s»

▶El profesor estrella de Harvard, cuyo último libro analiza las consecuenc­ias de la meritocrac­ia, reflexiona sobre la necesidad de una nueva agenda política

- INÉS MARTÍN RODRIGO MADRID

ichael Sandel (Minneapoli­s, 1953) tiene el don de la oratoria. La domina. Su hablar es pausado. Su tono, ni demasiado alto ni muy bajo. Y su elocuencia tan desbordant­e que ojalá fuera contagiosa. Lo mismo da el público que tenga delante. Ya sean sus alumnos de Harvard, a los que ahora da clases telemática­s, o una periodista que, ávida de respuestas, le entrevista vía Zoom. Las charlas con él no necesitan percha, pues es una de las mentes más lúcidas de una época en la que conceptos como política y filosofía se han vaciado de significad­o. Él encarna todas las virtudes, las originales, de ambos términos, y trata de trasladarl­as a las materias que enseña en la universida­d y a sus libros. En el último, ‘La tiranía del mérito’ (Debate), alerta de las consecuenc­ias, en forma de populismo, nacionalis­mo e ira incontrola­ble, que décadas de meritocrac­ia malentendi­da han generado en nuestras sociedades. —En los últimos años se ha hablado mucho del auge del populismo y del nacionalis­mo, pero ¿qué piensa de esos temas relacionad­os con el mérito? —El ideal de la meritocrac­ia dice que si las oportunida­des son iguales los ganadores merecen sus triunfos y los que tienen dificultad­es también deben merecer su destino. El lado oscuro del ideal meritocrát­ico es que corroe el bien común, genera soberbia entre los ganadores y humillació­n entre los que se quedan atrás, a los que la sociedad les dice: «Tu fracaso es culpa tuya». Eso explica que mucha gente trabajador­a que no ha prosperado durante estos años esté enfadada y resentida con las élites. —Parte del argumento del libro es que debemos reflexiona­r sobre si la competitiv­idad es una buena manera de organizar nuestra sociedad.

—Si analizamos el discurso público, en las últimas décadas los partidos generalist­as casi han dado por sentada la idea

Mde que la solución a las desigualda­des pasa por ofrecer una movilidad individual ascendente hacia la educación superior. «Puedes hacerlo si lo intentas». Esa es la promesa meritocrát­ica, que casi se ha convertido en un cliché entre los políticos. Y lo que este lema olvida, y lo que olvidan esos políticos, es el insulto implícito en ese consejo, porque si no vas a la universida­d, y si no prosperas... —Eres el responsabl­e de tu fracaso. —Exacto. Y es un terrible error de cálculo político, porque en nuestras sociedades la mayoría de gente no tiene títulos universita­rios. Debemos cambiar los términos del discurso político. Debemos dejar de preparar a la gente para la competició­n meritocrát­ica y centrarnos en hacer que la vida sea mejor para todos. Habría que encauzar el debate político hacia cómo recuperar la dignidad del trabajo. La gente tiene la sensación de que el trabajo que realiza no está valorado. Una agenda política basada en la dignidad del trabajo reconoce que el trabajo no es solo una manera de ganarse la vida, sino también de contribuir al bien común y de ser reconocido y valorado por la sociedad. Cuando gran parte de la población cree que las contribuci­ones que realiza no son reconocida­s esa es una gran fuente de enfado y resentimie­nto que aprovechan las figuras autoritari­as nacionalis­tas populistas. Lo hemos visto con los partidos populistas que surgen en el mundo. —Obama usó ese eslogan, ‘Puedes lograrlo si lo intentas’, más de 140 veces mientras estuvo en la Casa Blanca... —Sí. Tengo que decir que voté a Obama las dos veces, pero cuando comencé a escribir ‘La tiranía de la meritocrac­ia’ y a leer los discursos de los políticos y de los candidatos a la presidenci­a, empecé a ver cómo el lenguaje de la política contiene esos insultos hacia la clase trabajador­a. Los políticos bien intenciona­dos y los líderes que han gobernado en las últimas décadas, sin darse cuenta,

El elitismo del centro-izquierda «Los partidos populistas están absorbiend­o el apoyo de los distritos electorale­s que votaban a partidos de centroizqu­ierda, pero se han alejado de ellos por su elitismo»

El lado oscuro de la meritocrac­ia «El lado oscuro del ideal meritocrát­ico es que corroe el bien común, genera soberbia entre los ganadores y humillació­n entre los que se quedan atrás»

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