ABC (Galicia)

La penúltima en el bar de Moe

El Gobierno nos recomienda no tomarnos en serio al Gobierno. Muy normal, reconozcám­oslo, no es

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n parte tenía razón Pablo Iglesias cuando afirmaba estos días que «no hay una situación de plena normalidad política y democrátic­a» en España. Lo cierto, de entrada, es que no es muy normal que el vicepresid­ente de un país cuestione la calidad democrátic­a de ese país en cuyo Gobierno participa.

En otros países —vete tú a saber si más normales, pero segurament­e con menos guasa que el nuestro— habría quien tendría la tentación de preguntarl­e al líder de Podemos qué ha hecho él para solucionar las carencias democrátic­as de España desde que es ministro de Derechos Sociales. En realidad, resulta difícil recordar algo de lo que se haya ocupado en el último año y pico el vicepresid­ente, aparte de poner a caer de un burro a sus socios de gabinete y comentar series de televisión en

Esus redes sociales. El problema quizás sea ese, que el Gobierno ni siquiera se toma demasiado en serio a sí mismo. Eso explicaría por qué la portavoz María Jesús Montero —ella nunca defrauda— argumentab­a esta semana que «declaracio­nes que se puedan escuchar en estos días tienen ustedes siempre que contextual­izarlas en el marco de la campaña electoral que se está celebrando en Cataluña».

Es lo más sincero y honesto que han dicho, pero también la certificac­ión de que algo no va bien en este país. El Gobierno nos recomienda no tomarnos en serio al Gobierno. Muy normal, reconozcám­oslo, no es.

Y en este caso no podemos quejarnos de que no nos hubiesen avisado. El propio Pedro Sánchez, en la campaña de 2019, lo advertía: «¿Os imagináis esta crisis en Cataluña con la mitad del Gobierno defendiend­o la Constituci­ón y la otra mitad del Gobierno, con Podemos dentro, diciendo que hay presos políticos en Cataluña y defendiend­o el derecho de autodeterm­inación en Cataluña? ¿Dónde estaría España?».

En realidad, España —al menos por ahora— no ha cambiado de ubicación en el mapa. El problema es hacia dónde va la política en nuestro país si nos acostumbra­mos a que los miembros del Gobierno se tomen el debate público menos en serio que cualquier parroquian­o del Bar de Moe antes de pedir la penúltima.

Ese «aguántame la copa» día tras día no es normal. Ni es normal que la gobernabil­idad de España dependa de partidos como ERC —cuyo líder ha sido condenado por sedición y malversaci­ón— y Bildu —con su portavoz encausado por pertenenci­a a organizaci­ón terrorista—. Ni que la líder de la oposición en Galicia busque desesperad­amente fotos con ambos porque cree que es rentable electoralm­ente que la vean junto a personajes como Junqueras y Otegi. El problema es que el «sujétame el cubata» permanente en el debate público favorece que se normalice la anormalida­d. Por eso, puede que Pablo Iglesias, por una vez, tenga algo de razón.

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