Las mentiras que Coté colgaba en las paredes de su despacho
Oficialmente, Coté no pasó del Bachillerato. Pero en la realidad paralela en la que se convirtieron las paredes de sus despachos, el ferrolano era toda una eminencia médica. Sin haber pisado una facultad en su vida, el falso doctor colgó todo tipo de títulos y diplomas para armar su mentira y convencer a sus pacientes de que su diagnóstico era siempre el más acertado. La sentencia de la Audiencia provincial de La Coruña describe hasta una veintena de titulaciones obtenidas, rezaban estos documentos, en los destinos más dispares. La mayoría de los certificados estaban expedidos en inglés, en un intento por dotarse de relevancia internacional ante sus pacientes, y reconocían su condición de médico de la citada asociación (caso de la Asociación americana de cirujanos neuroquirúrgicos) o su titulación como doctor experto en Traumatología o Cirugía Ortopédica. Incluso un diploma expedido en 1999 por la Universidad Autónoma de México le daba la consideración de Médico Cirujano Partero. Un año después de la detención de Coté, la Interpol reveló que los títulos eran falsos y que el acusado ni siquiera figura en los registros de estas universidades como estudiante. En algunas ocasiones, las titulaciones expedidas ni siquiera existían, como la de Doctor en Biología y Medicina obtenida en la Universidad de los Pueblos de las Américas.
Su verdadero nombre es José Manuel López, aunque todos lo conocen como Coté, incluso los pacientes a los que trató durante años. Ellos también lo llamaban doctor, pero la justicia acabó demostrando que la única profesión de este ferrolano era la de estafador. La historia de Coté arranca en los años 90, cuando abrió en su ciudad una pequeña clínica de masajes y osteopatía, que poco a poco se fue haciendo conocida. Lo avalaban los diplomas que colgaba de las paredes para ganarse el favor de sus clientes. La estrategia de Coté funcionó y al poco tiempo, con una cartera ya importante de pacientes, dio el salto a una clínica mayor en la que los títulos se multiplicaron, y las ganancias también. Su estatus como presunto profesional de la medicina llegó a ser tal que algunos doctores se lo recomendaban a sus pacientes a la hora de tratar dolencias concretas, por lo que nadie dudó de la veracidad de los títulos que decoraban su despacho. De la noche a la mañana, el masajista se convirtió en oncólogo, neurólogo, cirujano y traumatólogo, entre otras especialidades médicas. Así lo referían las decenas de certificados a su nombre, expedidos por universidades, centros y asociaciones británicas, americanas, italianas, mexicanas y hasta puertorriqueñas.
Los que a la postre se convirtieron en víctimas de sus engaños recuerdan un despacho plagado de diplomas y una sala de espera atestada, incluso con pacientes sentados en la escalera de madera del edificio. No era fácil conseguir cita con Coté, pese a que pasaba consulta incluso de madrugada y tenía entre sus clientes a futbolistas y personajes de alto estatus de la ciudad. En el interior del sanatorio, recuerdan quienes lo visitaron, acabados de lujo a la altura de los ingresos que Coté percibía por sus innovadores tratamientos, que lo llevaron a abrir otro centro similar en Viveiro para gestionar una lista de espera de hasta tres años. Pero las mentiras tienen las patas cortas y los primeros en levantar la voz fueron los miembros del Colegio de Fisioterapeutas de Galicia, que en 1997 lo denunciaron por mala praxis y lograron una orden de cierre de las clínicas que nunca se llevó a cabo.
Coté consiguió esquivar la clausura de su negocio decretada por la Xunta, y más tarde ratificada por el Supremo, pero no la investigación que abrió la Udyco contra él por fraccionar sus ingresos bancarios para evitar tener que declararlos. Fue así, siguiendo el rastro de sus ingentes ganancias, como los agentes de la Policía llegaron a la clínica de Ferrol. Era febrero de 2008 y la sorpresa fue mayúscula. Lo que se encontraron allí fue una suerte de sanatorio que hasta contaba con salas de postoperatorio, pero que carecía de unas condiciones sanitarias e higiénicas mínimas. La operación, denominada «Zen», se inició por blanqueo de capitales pero acabó destapando un suculento negocio por el que Coté fue