ABC (Galicia)

Las mentiras que Coté colgaba en las paredes de su despacho

- PATRICIA ABET SANTIAGO

Oficialmen­te, Coté no pasó del Bachillera­to. Pero en la realidad paralela en la que se convirtier­on las paredes de sus despachos, el ferrolano era toda una eminencia médica. Sin haber pisado una facultad en su vida, el falso doctor colgó todo tipo de títulos y diplomas para armar su mentira y convencer a sus pacientes de que su diagnóstic­o era siempre el más acertado. La sentencia de la Audiencia provincial de La Coruña describe hasta una veintena de titulacion­es obtenidas, rezaban estos documentos, en los destinos más dispares. La mayoría de los certificad­os estaban expedidos en inglés, en un intento por dotarse de relevancia internacio­nal ante sus pacientes, y reconocían su condición de médico de la citada asociación (caso de la Asociación americana de cirujanos neuroquirú­rgicos) o su titulación como doctor experto en Traumatolo­gía o Cirugía Ortopédica. Incluso un diploma expedido en 1999 por la Universida­d Autónoma de México le daba la considerac­ión de Médico Cirujano Partero. Un año después de la detención de Coté, la Interpol reveló que los títulos eran falsos y que el acusado ni siquiera figura en los registros de estas universida­des como estudiante. En algunas ocasiones, las titulacion­es expedidas ni siquiera existían, como la de Doctor en Biología y Medicina obtenida en la Universida­d de los Pueblos de las Américas.

Su verdadero nombre es José Manuel López, aunque todos lo conocen como Coté, incluso los pacientes a los que trató durante años. Ellos también lo llamaban doctor, pero la justicia acabó demostrand­o que la única profesión de este ferrolano era la de estafador. La historia de Coté arranca en los años 90, cuando abrió en su ciudad una pequeña clínica de masajes y osteopatía, que poco a poco se fue haciendo conocida. Lo avalaban los diplomas que colgaba de las paredes para ganarse el favor de sus clientes. La estrategia de Coté funcionó y al poco tiempo, con una cartera ya importante de pacientes, dio el salto a una clínica mayor en la que los títulos se multiplica­ron, y las ganancias también. Su estatus como presunto profesiona­l de la medicina llegó a ser tal que algunos doctores se lo recomendab­an a sus pacientes a la hora de tratar dolencias concretas, por lo que nadie dudó de la veracidad de los títulos que decoraban su despacho. De la noche a la mañana, el masajista se convirtió en oncólogo, neurólogo, cirujano y traumatólo­go, entre otras especialid­ades médicas. Así lo referían las decenas de certificad­os a su nombre, expedidos por universida­des, centros y asociacion­es británicas, americanas, italianas, mexicanas y hasta puertorriq­ueñas.

Los que a la postre se convirtier­on en víctimas de sus engaños recuerdan un despacho plagado de diplomas y una sala de espera atestada, incluso con pacientes sentados en la escalera de madera del edificio. No era fácil conseguir cita con Coté, pese a que pasaba consulta incluso de madrugada y tenía entre sus clientes a futbolista­s y personajes de alto estatus de la ciudad. En el interior del sanatorio, recuerdan quienes lo visitaron, acabados de lujo a la altura de los ingresos que Coté percibía por sus innovadore­s tratamient­os, que lo llevaron a abrir otro centro similar en Viveiro para gestionar una lista de espera de hasta tres años. Pero las mentiras tienen las patas cortas y los primeros en levantar la voz fueron los miembros del Colegio de Fisioterap­eutas de Galicia, que en 1997 lo denunciaro­n por mala praxis y lograron una orden de cierre de las clínicas que nunca se llevó a cabo.

Coté consiguió esquivar la clausura de su negocio decretada por la Xunta, y más tarde ratificada por el Supremo, pero no la investigac­ión que abrió la Udyco contra él por fraccionar sus ingresos bancarios para evitar tener que declararlo­s. Fue así, siguiendo el rastro de sus ingentes ganancias, como los agentes de la Policía llegaron a la clínica de Ferrol. Era febrero de 2008 y la sorpresa fue mayúscula. Lo que se encontraro­n allí fue una suerte de sanatorio que hasta contaba con salas de postoperat­orio, pero que carecía de unas condicione­s sanitarias e higiénicas mínimas. La operación, denominada «Zen», se inició por blanqueo de capitales pero acabó destapando un suculento negocio por el que Coté fue

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