ABC (Galicia)

El Reina Sofía confirma su «sorpresa» por la compra del Blanchard

De guionista a director Retirada del séptimo arte ▶ Una llamada informó al museo de la adquisició­n del Prado cuando ya se había producido

- J. G. C. MADRID

ción no es pasar de palabras a imagen –la novela está llena de imágenes–, sino elegir. ¿Qué dejas y qué coges? Ah… —En ‘Rodaje’ sale la censura. —Ahora dicen que es peor la censura económica o de lo políticame­nte correcto… y es verdad, hay películas que yo rodé y que ahora no se podrían hacer. La sociedad ha evoluciona­do y algunas cosas ya no tienen recibo. La censura política era terrible. Aparte de ser un insulto a la inteligenc­ia, era una cosa muy tonta, porque se producía un efecto contrario: las películas de Saura que que habían tenido problemas tenían mucho éxito. La gente se inventaba muchas más cosas de lo que era. De mi primera película, ‘Habla, mudita’, la gente se inventó que la muda era España… y yo para nada pensaba en aquello. La censura era un reclamo para que la gente hiciera cola delante de los cines. —¿Por qué en 2008 dejó el cine? —Yo siempre pude hacer la película que quería hacer, películas de encargo no sabía. En esa época las cosas cambiaron mucho. Siempre tuve buenos productore­s como Elías Querejeta o Emiliano Piedra, que eran mis cómplices y siempre hacíamos la película que teníamos en la cabeza. No quería adaptarme a tener que pasar por las television­es. Lo de la cultura de la cancelació­n… No quería que me cancelaran y me cancelé yo mismo. El otro día pasaron en la televisión una película mía y me dijeron: «Esta película no la podrías hacer hoy». Y es verdad. Hay otra moral y segurament­e sería bastante difícil encontrar dinero para producirla. Piense también en las películas de Saura, que no se atenían a los moldes estandariz­ados, que no eran sobre la droga en el Estrecho de Gibraltar o sobre gente atormentad­a… Eran películas más libres. Ahora es más difícil porque el cine es caro y no es fácil encontrar dinero para un producto que luego no tenga aceptación social.

—En su discurso de la RAE destacó el aspecto literario de las series. —El problema de las series es que, si se alargan, el director no puede dejar su toque personal. Es la destrucció­n del director como autor. Los que mandan son los guionistas. Aunque hay series de pocos capítulos en las que el autor puede volver a ser el director. Las series de ahora dependen mucho de la parte literaria, de la escritura. Quién lo iba a decir después de haber pasado esa época del cine de Antonioni, Visconti o Ford, que eran películas hechas desde la imagen y la acción. Ahora en las series manda el diálogo, es planocontr­aplano. Todo el día están hablando. El virtuosism­o visual no tiene cabida. Eso lo llevo mal. Las series tienen una gran dependenci­a del mundo literario, como los folletines de antes. No es mi mundo. Si hoy llegara de mi pueblo natal encantado por el cine, como me pasaba en los 60, ahora no estaría tan fascinado porque no habría visto las películas de Antonioni, Visconti, Saura o Berlanga. Lo que me gustaba del cine era la barraca de feria: la sorpresa. Me gustaba la puesta en escena, tener un juguete carísimo: la cámara, la grúa, hacer zoom...

«El aparato del cine me intimidaba y me sigue intimidand­o. Creo que no he terminado de dar ese salto»

El Museo Reina Sofía ha sido el primer sorprendid­o por la compra de la obra de María Blanchard ‘La Boulonnais­e’, pintada en 1929, por parte del Museo del Prado. Un portavoz expresó ayer a Ep su «sorpresa», ya que para la pinacoteca dirigida por Manuel Borja-Villel la artista es una «figura central».

De hecho, según pudo saber ABC en el Reina Sofía se sintió sorpresa ante el interés del Prado por la artista, por la intención de comprar una de sus obras y por el hecho de que se comprase, ya que sólo se enteraron de la operación por una llamada cuando ya se había producido la adquisició­n. Esto confirma que ni se convocó la comisión mixta que exige el Real Decreto 410/1995 ni se consultó con los especialis­tas del centro sobre la idoneidad de incorporar a las coleccione­s del Estado esta obra (que no figura en el catálogo razonado de Blanchard, realizado por María José Salazar).

La aprobación de la compra fue ratificada por la comisión permanente del Patronato del Prado, en la que están el exministro (y exdirector del Reina Sofía) José Guirao y también Estrella de Diego, historiado­ra que abandonó hace apenas ocho meses el Patronato del Museo Reina Sofía tras un desencuent­ro con el director de esta institució­n, Manuel Borja-Villel, y que ha sido incorporad­a directamen­te a la comisión ejecutiva del Patronato del Prado.

Tal y como adelantó ayer ABC, el Prado ha adquirido por 70.000 euros el citado cuadro de Blanchard a una coleccioni­sta, M. C. F. F. y lo ha pagado con fondos propios, parte del legado de Carmen Sánchez. El Ministerio de Cultura se limitó a reiterar que a su modo de ver la compra cumple con los términos del Real Decreto, pero ningún responsabl­e, ni mucho menos los que asisten a la comisión permanente del Patronato del Prado (el secretario general, Javier García Fernández, y la directora general de Bellas Artes, María Dolores Jiménez-Blanco) quisieron explicar por qué. ABC pudo confirmar en fuentes políticas que, al igual que en el Reina Sofía, en el Ministerio no supieron de la compra hasta que era cosa hecha, causando cierta fricción.

El Real Decreto de 1995 estableció el año de nacimiento de Picasso (1881) como punto de partida cronológic­o para las obras de la Colección del Museo Reina Sofía. También el criterio de que las obras de un mismo artista se concentren en un mismo museo. María Blanchard nació el 6 de marzo de 1881.

Cine y literatura

«No quería tener que pasar por las television­es. No quería que me cancelaran y me cancelé yo mismo»

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ISABEL PERMUY

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