ABC (Galicia)

Michel Franco presenta su filme más ambicioso, con el que ganó el premio del jurado de Venecia

- FERNANDO MUÑOZ OTI RODRÍGUEZ MARCHANTE

n México existen los oasis, y están bien lejos de sus desiertos. Son lugares artificial­es en mitad de las ciudades protegidos por altos muros y guardias armados donde la flora y fauna que por ahí transita vive ajena al secarral exterior. Uno de esos oasis sociales es el escenario de ‘Nuevo orden’, la película que el mexicano Michel Franco estrena hoy en cines, en la que el lujoso vergel estalla cuando un grupo de «revolucion­arios» logra infiltrars­e.

Es el punto de partida, apenas la secuencia inicial con la que Franco golpea al espectador, que asiste al final de un viejo régimen y a la implantaci­ón de uno nuevo. Una distopía con mucho de realidad. «Me empezó a interesar este tema con el regreso de los partidos políticos que explotan el miedo, combinado con la desigualda­d que hace que la mayoría de la gente viva sin lo mínimo para tener una vida plena», apunta el cineasta, habitual de Cannes y Venecia, que está en España para presentar su último trabajo.

Con ese fondo de desigualda­d pandémica en México –«y en todo el mundo», apostilla– apareció el Covid. Y todo cambió. «La pandemia hizo que la película se entienda diferente», explica el cineasta. «Ahora es más relevante. El virus ha acrecentad­o los abismos que hay entre una pequeña clase privilegia­da y la mayoría de la gente. Y ha probado que hay poca empatía, que estamos en el sálvese quien pueda. Esa

E‘NUEVO ORDEN’

Dirección: Michel Franco.

Con: Naian González Norvind, Diego Boneta, Mónica del Carmen... unque aparezca la palabra «nuevo» en el título, la historia que cuenta el director mexicano Michel Franco no lo es y puede fecharse en el pasado, en el futuro y, por supuesto, en el presente: aborda ese pan nuestro de cada día de los disturbios urbanos y la llamada lucha de clases. Lo que sí es nuevo e incluso sorprenden­te es el grado de crudeza, violencia y barbarie con la que se (y nos) enfrenta a su fábula política e ideológica, la sordidez de sus imágenes y desarrollo y la ambigüedad de su punto de vista y de las tesis que destila el relato.

La acción transcurre en Ciudad de México y principalm­ente en una gran mansión donde se está celebrando una boda por todo lo alto, y lo realmente provocador (además de la crueldad y de las atrocidade­s que van pidiendo paso en el ‘cuento’) es el punto de vista que elige Michel Franco para narrar los sucesos, situado

ANaian G. Norvind, novia en apuros esencialme­nte en la novia (Naian González), en sus familiares cercanos y en algunos de los sirvientes que le son fieles entre el caos y la revuelta sangrienta. La cámara deambula desde el principio entre los invitados en un largo y ruidoso plano secuencia y rápidament­e nos sitúa emocionalm­ente en un aparente lugar, los pobres y desheredad­os, los ricos y su fragilidad ética y física, y la tortilla que da vueltas por los aires. Lo que provoca en los ojos del espectador es un batiburril­lo de sentimient­os entre lo comprensib­le, lo rabioso y lo terrorífic­o, y sin tener ese punto surrealist­a y de humor ácido de ‘Parásitos’, se mueve en esos incómodos términos morales. La producción es potente, magnífica y le da credibilid­ad a la puesta en escena, a la que el director le imprime un ritmo y una intriga que cabalgan sobre el estado de ánimo del espectador, y sin el menor atisbo de sutilezas ni delicadeza­s. Los actores, y en especial Naian González, están en el centro de la película como gladiadore­s en la arena. Y hasta se puede gozar de su final reversible y que cada cual se ponga la prenda según la manera de ver y de padecer el mundo. actitud va a hacer que todo empeore, que nos hundamos todos», pronostica el ganador del Gran Premio del Jurado del último Festival de Venecia.

Una boda que sale mal

Todo eso lo resume Franco con un guion que mezcla géneros y que comienza en la boda de una familia de postín que ve cómo su frágil ecosistema se derrumba. «La gran diferencia con la versión ‘hollywoodi­ense’ de las distopías es que siempre ponen mensajes fáciles y una violencia poco creíble. Yo confío en las distopías para entender mejor el mundo. Creo en el entretenim­iento, y mi película tiene un ritmo ágil, pero no evadiendo, sino confrontan­do», afirma el creador, que cree que «una película nunca debe ser panfletari­a». Tanto es así que, defiende, «puede llegar incluso a contradeci­r su propia ideología». Lo dice por ese mensaje, o ausencia de él, que ha hecho que ‘Nuevo orden’ se critique desde un lado y otro por, precisamen­te, evitar dar masticada una moraleja. «Una obra no está al servicio de un partido o de un sector», sentencia.

‘Nuevo orden’ es la primera gran película de autor que se estrena en salas en la pandemia tras triunfar en festivales. Y ha sido por empeño de Franco que, además de guionista y director, es productor. «Rechacé la oferta de las plataforma­s porque no me centro en el beneficio que pueda tener. Hay que pensar en construir y tener audiencia, que el público entienda que esto no es un producto de consumo de ‘streaming’, que es una película. Una buena película tiene que soportar ser vista en un iPad, pero no debemos fingir: eso es una experienci­a parcial, es como ver un cuadro de Velázquez en una pantalla y decir que es lo mismo que verlo en el Museo del Prado», sentencia.

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