ABC (Galicia)

REGRESO A VALLADOLID

«Si Occidente ya no defiende la universali­dad, ya no es Occidente; no pierde mercados, pierde su alma y allana el camino a la regresión democrátic­a global, algo que ha entendido Biden» «Vladímir Putin, Xi Jinping y Mohamed bin Salman están del lado de Sep

- POR GUY SORMAN

LA controvers­ia de Valladolid vuelve a ser actualidad. Se me objetará que se trataba de una disputa teológica organizada en 1526 por Carlos V y que, básicament­e, opuso las tesis epistolare­s de Bartolomé de las Casas, obispo dominico, a las del filósofo Juan Ginés de Sepúlveda. Lo que estaba en juego eran los indios americanos y el derecho o no de los españoles a colonizarl­os y reducirlos a la esclavitud. En otras palabras, ¿los indígenas eran hombres naturalmen­te libres y con los mismos derechos que los españoles? El Papa respondió que sí, los indios eran hombres; Sepúlveda lo dudaba; De las Casas estaba seguro. Ganó este último, aunque en la práctica los colonizado­res respetaron muy poco los derechos de estos indígenas. ¿Por qué nos interesa hoy esta disputa cuando, en principio, ya nadie duda de la unidad de la especie humana?

En el siglo XV, esta unidad distaba mucho de ser unánime, y la noción de especie aún no existía. Pues bien, me parece que, sin exagerar, podemos trasladar la controvers­ia de Valladolid a la actual disputa sobre la universali­dad o no de los derechos humanos: ¿tienen los chinos, los saudíes o los rusos un derecho natural a la libertad y la democracia? Vladímir Putin, Xi Jinping y Mohamed bin Salman están del lado de Sepúlveda. También lo estaba Trump, que renunció a defender los derechos humanos fuera de Estados Unidos y ciertament­e lo habría hecho en su propio país si hubiera podido, al mostrar un gran afecto por los dictadores, en nombre de la ‘diversidad’ cultural. Joe Biden acaba de invertir la tendencia y se ha unido a De las Casas.

En su primera conversaci­ón telefónica con el presidente chino aludió a la difícil situación de los uigures y de Hong Kong, algo que a Trump nunca se le habría ocurrido. Asimismo, Biden protestó ante los dirigentes saudíes por el encarcelam­iento de activistas de los derechos humanos y consiguió que se liberara inmediatam­ente a la feminista Loujain al-Athoul. Y, sin ninguna duda, la liberación de Alexéi Navalni será prioritari­a en las conversaci­ones entre Biden y Putin.

¿Supone esto un regreso del imperialis­mo estadounid­ense, de la pretensión de Estados Unidos de encarnar y difundir la democracia? Este es, evidenteme­nte, el argumento que invocarán los autócratas hostiles a los derechos humanos, nuestros Sepúlveda contemporá­neos. Y, obviamente, algunos en Europa se pondrán del lado de Sepúlveda, ya sea por antiameric­anismo básico o por desconocim­iento de las culturas china, rusa o saudí. El que, de hecho, haya disidentes tan valientes como Navalni, Wei Jinsheng o Loujain al-Athoul en sus respectivo­s países demuestra que los chinos, los rusos y los saudíes saben qué es la democracia y que esta no es ajena a su cultura nacional o religiosa. Basta con escuchar o leer a estos disidentes para comprobar cuánto les ha aportado su filosofía o su teología eslava, budista, taoísta y musulmana. No tienen que recurrir a las obras de Tomás de Aquino, Montesquie­u o John Locke para afirmarse como demócratas en sus países.

También se recordará que, en 1975, el gobierno soviético de la época ratificó el Tratado de Helsinki, que afirmaba la universali­dad de los derechos humanos, que también está incluida en la carta de la ONU y en la declaració­n universal de los derechos humanos, aceptados en teoría por los Estados

miembros. Oficialmen­te, todos los Estados, sin excepción, se han sumado al bando de De las Casas, aunque se comporten como Sepúlveda.

Cuando Biden defiende a los uigures o los saudíes no está haciendo gala de imperialis­mo, sino que recuerda a sus interlocut­ores los tratados que firmaron y luego olvidaron en un cajón. Los europeos, bastante pasivos en este asunto, con excepción de los escandinav­os, traicionan, por tanto, su propia civilizaci­ón y sus propios compromiso­s internacio­nales, una regresión democrátic­a desalentad­ora. Se podrá pensar lo que se quiera de François Mitterrand, pero en 1983, en una visita oficial a Moscú, pidió públicamen­te al presidente soviético la liberación del disidente Andréi Sájarov. ¿Qué jefe de Estado europeo se atrevería hoy a hacer lo mismo?

En Europa, generalmen­te, se aportan dos explicacio­nes o coartadas para la renuncia espiritual a este tema: evocar los derechos humanos perjudicar­ía nuestros beneficios económicos y ofendería la sensibilid­ad cultural de los autócratas. Ya hemos respondido al segundo argumento, que no vale nada, pero el primero tampoco tiene valor. China, Rusia o Arabia Saudí no pueden prescindir de los mercados occidental­es, que son la fuente de su riqueza. Alemania, que es, relativame­nte, la más firme con China en materia de derechos humanos, es también su primer socio europeo. Yo añadiría que si Occidente ya no defiende la universali­dad, ya no es Occidente; no pierde mercados, pierde su alma y allana el camino a la regresión democrátic­a global, algo que ha entendido Biden.

Por último, volviendo a Valladolid, no es fácil tener razón: De las Casas consiguió que los escritos de Sepúlveda, originalme­nte en italiano, no se publicaran en castellano. Pero en América, la explotació­n de los indígenas perduró. Y, lo que es peor, al no poder explotar a los indios, a los que la cristianda­d reconocía como humanos, los colonos europeos importaron esclavos negros, cuya humanidad no fue unánimemen­te reconocida por los occidental­es hasta el siglo XIX. Precisamen­te porque es difícil, hay que alinearse con De las Casas.

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