Autodestrucción
Toda destrucción acaba en la autodestrucción y los que somos padres sabemos que la mayor ansiedad que puedes causarle a tu hija es no marcarle el límite, con toda la contundencia que sea necesaria y en el instante en que exactamente lo necesita. Los que vieron alguna gallardía en los energúmenos atacando a la Policía, tal vez no supieron qué decir ante los comercios saqueados, pero no se han sentido personalmente atacados hasta que han caído algunos cristales del Palau de la Música. Hace muchos años que en Cataluña se justifica y se patrocina el vandalismo y el desprecio a la Ley en el sentimiento de que son ‘los nuestros’ contra ellos. El problema de ‘los nuestros’, cuando se dedican a romper las cosas, es que nunca son de nadie, y que en su largo proceso de autodestruirse se llevan por delante todo lo que encuentran en el camino, y con especial ahínco a los que les creyeron sus amigos. Cualquier columnista de España, y de cualquier democracia homologada, habría sido condenado por escribir la mitad de lo que Pablo Hasel ha escrito sobre cualquier otro ciudadano, humilde o coronado. Si a eso le añadimos amenazas de muerte y agresiones, no tenemos a un preso político, ni a un mártir de la libertad de expresión, ni por supuesto una democracia de baja calidad, sino a un delincuente enfrentado a las últimas consecuencias de su plena libertad y de la más garantista de las democracias europeas. Por mucha libertad que busquemos, en la cloaca sólo encontraremos ratas. Cuando arde la ciudad, desaparecen los motivos y las causas, y sólo queda que la única fuerza legítima y democrática, policiaca o militar, imponga su superioridad. Crees que libras una guerra pero sólo eres barbarie y el único final que te aguarda es el recuento de cadáveres.