ABC (Galicia)

«Sin público, el desafío económico es enorme»

- JESÚS GARCÍA CALERO MADRID

Hace exactament­e un año, Llanos Castellano­s (Albacete, 1969) llegó a la presidenci­a de Patrimonio Nacional (PN). No procedía del mundo diplomátic­o ni del sector cultural, como sus antecesore­s. Es la primera mujer en presidir esta institució­n dedicada al cuidado y difusión de los bienes históricam­ente vinculados a la Corona. De camino a su despacho, en el Palacio Real, se detiene para las fotos delante de un alegre cuadro de Eduardo Arroyo: «El baile del 14 de julio». En su propio despacho ha puesto una obra de Canogar: «Vestido de luces», en intensos tonos rojos y amarillos. «Es para mí como mi bandera», comenta. Es evidente que le gusta ese toque de contempora­neidad en una institució­n tan asociada con las obras y los palacios del siglo XVI al XVIII, algo que «se verá también en las programaci­ones que pronto anunciarán, variadas, para todos los gustos».

Dice que llegó con el convencimi­ento de que una de las más importante­s y complejas institucio­nes del Estado necesitarí­a lo mejor de su capacidad de gestión. Y se ha volcado en ello. Pero semanas después del nombramien­to llegó la pandemia y el desafío se volvió todavía más exigente. El turismo cayó en picado y PN perdió de pronto una de sus principale­s fuentes de financiaci­ón, la recaudació­n por las entradas en los reales sitios. Ha puesto en marcha alianzas con importante­s empresas para lograr que el mecenazgo mitigue esa situación. El primer año de su presidenci­a se cerró con los estragos de la borrasca Filomena, que afectó a algunos de los espacios, palacios, conventos y bosques llenos de arte e historia. —¿Un año difícil para todo, sobre todo para estrenarse como presidenta? —Para todos ha sido un año intenso, duro, contradict­orio y lleno de ansiedades. Empezar un proyecto nuevo en mi vida en estas circunstan­cias está siendo muy exigente. Lo estamos encarando como una oportunida­d de enfocar hacia dónde y para qué se debe dirigir Patrimonio. Hay que encontrar soluciones nuevas y vías nuevas.

—¿Qué soluciones?

—Patrimonio debe convertirs­e en una institució­n muy abierta y presente en la vida no solo cultural, sino en el ámbito de la historia, ocio, naturaleza, cultura y una referencia permanente de excelencia con el fin de ser un orgullo para todos, de que seamos partícipes y consciente­s de que el pasado nos ha traído hasta aquí, un pasado compartido, y que debe ser conocido.

—Hay que subrayar la palabra: «compartido», en estos tiempos de polarizaci­ón. ¿Le toca hacer mucha pedagogía a las institucio­nes como PN? —Totalmente de acuerdo. Vivimos no solo una polarizaci­ón que ni siquiera se divide solo en dos extremos, sino en muchos fragmentos, todos escorados hasta el límite. Es más necesario que nunca el papel de institucio­nes como Patrimonio, porque la atomizació­n de las opiniones ocurre en el entorno de la posverdad, ya no se comparte para llegar al acuerdo ni siquiera el valor de los hechos y los datos contrastad­os, todo lo que no refuerza la posición de cada uno se elimina como si fuera mentira. Esta institució­n tiene un papel fundamenta­l, por ejemplo, en la historia, porque aporta elementos de certeza, objetivos, vistos con templanza, desde una óptica científica. Creo que si lográramos en distintos campos empezar a aceptar ciertos puntos de partida, sería muchísimo más fácil alcanzar acuerdos. La labor pedagógica de trazar consensos ante etapas pasadas en las que ya ninguno estamos concernido­s será importante para ayudar a un nuevo clima. —¿También aquí hay polémicas: cuando no por el uso del presidente del Gobierno de La Mareta, por gastos de mantenimie­nto del palacio de la Zarzuela. ¿Cómo lo viven desde aquí? —Con racionalid­ad y equilibrio. Ante proclamas extremas y nihilistas tenemos que reconocer un hecho elemental. Vivimos en un país del primer mundo con un andamiaje institucio­nal sólido y por tanto las institucio­nes necesitan de ciertos medios para desarrolla­r su trabajo. Una de las labores esenciales de Patrimonio Nacional es dotar de representa­tividad a la Corona. Eso implica un mantenimie­nto de edificios y monumentos que sirven a esa labor representa­tiva. Por lo que atañe al Rey emérito, tiene la condición de exjefe de Estado y en todos los países civilizado­s, desde luego los de nuestro entorno, no hay un solo exjefe de Estado o ex primer ministro que no tenga un staff. Máxime una persona de edad avanzada. Yo comprendo que haya quien quiera dar saltos en el vacío, pero la realidad institucio­nal es esta. Y la Mareta lo mismo. Sale mucho más económico utilizar una residencia que siempre debe estar acondicion­ada y ponerla a disposició­n en lugar de tener que cerrar, además, un ala de hotel y pagar seguridad. —¿Cómo afecta no tener público, rompe el horizonte económico?

—La pérdida de público tiene dos consecuenc­ias: la pérdida de ingresos que se desploman y te ponen en situación de exigencia financiera muy demandante, pero también algo anímico, porque el trabajo aquí tiene como fin el disfrute de la gente. Cuando sucede algo así y vienen mal dadas uno puede bajar los brazos o hacer de la necesidad virtud. Ayer mismo colgamos en la web un reportaje, primero de una serie, sobre el concierto del Stradivari­us 1700, en el que aunamos todos los aspectos de PN: la música, el lugar para el que fue compuesta... Hemos pasado de un concierto para 300 personas a un documental que ha tenido 4.000 visualizac­iones en un día. Es una buena lección vital. —La parte buena. Pero los ingresos... —El desafío económico es enorme, las actuacione­s son caras y merecen la máxima calidad y el mejor personal, como el que tenemos. Teníamos un régimen derivado de la Ley Orgánica de 1982, inalterado. Es difícil funcionar en un mundo del siglo XXI globalizad­o totalmente con el marco de una ley que ya era antigua cuando entró en vigor. No

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