ABC (Galicia)

La Transición, a través del tacto de una chaqueta

Anna Balletbó Diputada en el Congreso el 23-F ▶ La diputada socialista en 1981 recuerda para ABC aquellas horas decisivas

- ÀLEX GUBERN BARCELONA

Confiesa Anna Balletbó que aún guarda en el fondo de su memoria el tacto de la guerrera del agente de la Guardia Civil al que se agarró del brazo al salir del Congreso aquella noche del 23-F, aprovechan­do que estaba embarazada. «Era una tela áspera, dura, para proteger del frío y la lluvia. No se me olvidará jamás», recuerda la entonces diputada socialista. «Al cabo de unos años, otro agente me contó que habían cambiado aquellas guerreras por otras de tacto más suave», recuerda, trazando una metáfora a través del textil de los uniformes de la transforma­ción de España en los últimas décadas.

El tacto de esa chaqueta forma parte de la memoria íntima de Balletbó, pero su relato de aquellas conforma parte de la memoria colectiva de nuestro país a través de una de las anécdotas más conocidas de aquellas horas. Ese día, recuerda, descubrió «el coraje y la autoridad» que tiene una mujer embarazada. «Si no lo hubiese estado no me hubiese atrevido a levantar la mano, ni el guardia civil que preguntó qué me pasaba, si estaba herida, no me hubiese hecho caso. Cuando me preguntó, le dije: ‘No, no estoy herida, pero me voy de aquí’». Y así fue como Balletbó y su panza de embarazada se levantaron de su escaño. «En ese momento tuve miedo de caer. Solo falta que en medio de un golpe de Estado acabe escaleras abajo, me dije», rememora Balletbó.

Anécdotas al margen, lo que vivieron en el interior del Hemiciclo los diputados no fue una broma. «Pensé claramente que nos iban a matar a todos. La sensación de que de un momento a otro podían dispararme fue terrible. Y si me herían iba a perder a mis gemelos. Eso no fue un festival», apunta Balletbó, diputada entre

1979 y 2000 y que ahora canaliza su activismo a través de la Fundación

Olof Palme, que preside.

Lo que sucedió con Balletbó ya fuera de las Cortes también forma parte de la historia de esa jornada negra. La llamada a Jordi Pujol para que le facilitase el teléfono de la Zarzuela y, de manera destacada, su conversaci­ón con el Rey. «Me preguntó por la graduación de quienes entraron en el Congreso, cuántos eran, si había heridos», apunta Balletbó, quien quiso también despejar dudas: «¿Puedo preguntarl­e yo? ¿Usted qué va a hacer? ‘El Rey está al servicio de los más altos intereses de España’, me contestó. Quise aclarar, y Don Juan Carlos zanjó: ‘Al servicio de la democracia’». Ya no hubo más dudas. Su ofrecimien­to para acudir a La Zarzuela a ayudar fue declinado cortesment­e: «Vaya a casa a descansar». Cuarenta años después, la perspectiv­a histórica no ha cambiado su visión: «Lo que le diré le sonará a paradoja, pero el 23-F fue una suerte. Porque no salió bien, claro, pero permitió poner el foco sobre un tema que se movía por debajo, una amenaza real sobre la democracia». La misma perspectiv­a es la que le lleva a defender ese trayecto que fue la Transición frente a quienes impugnan el «régimen del 78». «Me gustaría saber cuál es el recambio. Hay dos aliados, el independen­tismo y los de morado. La paradoja es que esto les sale gratis. La democracia que denigran es la que les permite hacer esos ataques».

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INÉS BAUCELLS

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