ABC (Galicia)

TIEMPO RECOBRADO

Veremos si el hombre sigue habitando el planeta dentro de 50 millones de años

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AUNQUE ha pasado desapercib­ido para sus habitantes, que habitualme­nte no miran hacia arriba, las grullas han sobrevolad­o Madrid en los últimos días. A primera hora de la mañana, entre las ocho y las nueve, las bandadas cruzaban el cielo a varios cientos de metros de altura en perfecta formación en uve y siempre en dirección hacia el sol naciente.

La grulla existe como especie desde hace 50 millones de años y hay testimonio­s milenarios de que los griegos, los egipcios y otros pueblos las considerab­an aves de buen agüero. En Japón, se cree que pueden curar enfermedad­es y que traen suerte. Ya en la mitología clásica Teseo aparece bailando con una grulla tras matar al temible Minotauro.

Estas zancudas hibernan en humedales del sur de la península y en el norte de África y, al acercarse la primavera, cruzan los Pirineos hasta Alemania y los países escandinav­os, donde pasan el verano. Es un viaje de más de 4.000 kilómetros que realizan desde tiempo inmemorial. Y siguen rutas definidas, como la que pasa por encima de Madrid. Por las noches, buscan sitios con agua para descansar y, al despuntar el sol, vuelven a emprender su largo viaje.

Curiosamen­te, las grullas son monógamas, se comunican por sus cantos y realizan una danza de apareamien­to que ha inspirado el folclore popular. Yo las he visto en las orillas del Ebro en Miranda durante junio, lo que indica que algunas se quedan por estos lares.

Lo que más me impresiona es el estricto orden en el que vuelan, siguiendo a la que va delante que parece albergar un navegador en la cabeza. Las bandadas tienen entre 20 y 100 ejemplares y todas se mueven en la misma dirección.

En mi infancia, estaba fascinado por los pájaros y las aves, especialme­nte los cuervos y los buitres, que devoraban piezas de ganado muerto en los alrededore­s del Ebro, sin miedo a la cercanía de las personas. Yo las tiraba piedras, pero no se inmutaban.

Me parece un motivo de reflexión que las grullas ya surcaban los cielos hace decenas de millones de años cuando nuestra especie no existía. Han sobrevivid­o gracias a su instinto y su capacidad para adaptarse al medio. También el hombre de hace cientos de miles de años era un cazador trashumant­e, que migraba siguiendo las estaciones.

Ahora la gran mayoría de la población habita en ciudades y da la espalda a la Naturaleza. Hemos perdido la conciencia de nuestro origen e incluso nuestra forma de vivir choca con nuestra morfología física, que apenas ha cambiado desde el Paleolític­o. Nuestro cuerpo lleva mal el sedentaris­mo.

Todo esto es una divagación desordenad­a, pero tenemos mucho que aprender de las grullas, de su disciplina y de su capacidad de superviven­cia. Sinceramen­te no creo que seamos más inteligent­es que estas aves. Veremos si el hombre sigue habitando el planeta dentro de 50 millones de años.

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