Ana García descubrió que el bisabuelo de su marido también luchó en Cuba y lo dieron por muerto, pero apareció después en Toledo
«Al ir averiguando cosas de mi bisabuelo, fui reviviendo esa sensación de penuria y enfermedad que tuvo que sufrir en la Guerra de Cuba»
Camagüey de Manzanillo
(Provincia de Granma): muertos en combate Batallas de Peralejo, Cacao, los Indios y Melones
de Nima Nima y Juan González cuentran enterrados. «Me pareció una injusticia histórica que los caídos por España estuvieran perdidos en un lugar desconocido de la isla como si fueran alimañas», reconocía. Su interés comenzó en 1998, cuando decidió que quería recuperar los restos de 150 muertos de la batalla naval de Santiago de Cuba de la escuadra del almirante Cervera. Entre ellos, el bisabuelo maquinista de Martín.
«Los periódicos de la época decían que fueron enterrados en una fosa común entre las playas de Nima Nima y Juan González. Durante cuatro años realicé prospecciones, sondeos y otras pruebas con la ayuda del Ministerio de Defensa español y las instituciones cubanas. Luego nos cortaron la financiación y la búsqueda quedó inconclusa», justificaba el arqueólogo aragonés, que localizó, en cambio, otra en el cementerio de Manzanillo con 142 cadáveres de las batallas de Peralejo, Cacao, Melones y los Indios, «allí abandonados, sin nombres y con un echadizo de hormigón encima». Hay una más cerca de Cruces con 66 españoles más de la famosa Batalla de Mal Tiempo. Una tercera en el Campamento de San Juan, donde fueron a parar en condiciones «insalubres» los heridos de la Batalla de Caney y donde la prensa aseguraba que se había intentado quemar 700 cuerpos. La última está en Camagüey, con otros 250 cadáveres de la batalla de las Guásimas de 1874.
A diferencia de Martín, Ana García ni siquiera conservaba una fotografía de su bisabuelo cuando se puso a investigar sobre su muerte hace dos años. Tan solo un artículo sobre la inauguración del Palacio de la Prensa en el que su abuelo periodista mencionaba de pasada que se había quedado huérfano de un soldado de la guerra de 1898 cuando tenía 11 años y que, debido a eso, había tenido una vida muy difícil, obligado a trabajar desde muy joven. «Para
Un barbero de Cádiz muertos españoles
8% mí era un pobre desconocido», cuenta en la madrileña plaza de Cascorro, bajo la estatua del único soldado que alcanzó la fama en la prensa: Eloy Gonzalo.
Su bisabuelo, llamado Jerónimo Armario, no tuvo tanta suerte. «Era un barbero humilde de Cádiz que, como no tenía dinero para pagar la exención, tuvo que combatir a Cuba y desapareció», aclara. Lo que empezó siendo una búsqueda general de información de sus descendientes, acabó focalizándose en el desdichado soldado. Quería comprender cómo aquel conflicto influyó no solo en la vida de su abuelo, sino en la de su madre y hasta en la suya. 35%
Cruces 57%
Campamento de San Juan
y heridas de guerra
6.Puerto Real
por enfermedad
en el lazareto del Fuerte de San Luis, poco después de regresar de Cuba
muertos por enfermedades
El historiador gaditano Manuel Izco (abajo), autor de ‘Soldados en el olvido’, descubrió en la prensa de la época, por casualidad, una ubicada en Puerto Real (Cádiz), con los restos de 102 soldados sin identificar. Javier Navarro localizó otras cinco más en Cuba, sin excavar, con otros 1.400 6
muertos
«Me imaginé a mi bisabuela viuda y sin ayudas para criar a su hijo –recuerda–. Entonces traté de averiguar cuándo y dónde había muerto su marido, pero nada. Después pregunté en los archivos de Segovia y Guadalajara y averigüé que había estado enfermo del estómago, pero que se había recuperado. Me enviaron su alta médica. A continuación escribí a otros organismos sin obtener respuesta, hasta que contacté con Regreso con Honor, sin muchas esperanzas y me contestaron: mi bisabuelo estaba enterrado en el cementerio Cristóbal Colón de La Habana y no recibió condecoraciones, por lo que el pobre murió enfermo, sin honores. Ahora quiero ir a Cuba y rendirle los honores que su familia no pudo rendirle».
Mientras investigaba, García se llevó otra sorpresa al descubrir que el bisabuelo de su marido también luchó en Cuba y lo dieron por muerto, pero apareció dos años después en Toledo. Tuvo más suerte que aquel compostelano del que informaba la prensa en 1898: «Un pobre soldado regresado de Cuba llegó hasta la puerta de su casa en Enfesta. La hora era bastante avanzada y como aquel desdichado carecía de fuerzas para darse a conocer por la voz, no le abrieron la puerta por temor a sufrir un robo. A la mañana siguiente descubrieron desgarrados el cadáver del desdichado joven, muerto de hambre en la puerta».
«Los sentimientos son extraños, porque mi bisabuelo no dejaba de ser un desconocido, pero a medida que vas averiguando cosas, vas sintiendo esa cercanía. Fui reviviendo esa sensación de penuria y enfermedad, conectando con un familiar del que solo me separan tres generaciones. Es curioso», concluye.