El presidente elige una base proiraní para su primer ataque
▶ El bombardeo contra milicias chiíes en Siria es una represalia y a la vez un aviso a Teherán
Con la publicación del informe desclasificado, Biden quiere poner de manifiesto un giro en la estrecha relación que mantenía Donald Trump con Riad. El mandatario quiere retomar el acuerdo nuclear de 2015 con Irán del que Trump decidió retirar a EE.UU., subraya ante Riad la defensa de los derechos humanos y le retira el apoyo en la guerra de Yemen, por considerarla la mayor catástrofe humanitaria del mundo. Al poco de llegar a la Casa Blanca, anunció que congelaba una venta de armas a Arabia Saudí.
Por otro lado, el nuevo presidente trata de que su nueva actitud no suponga perder a un aliado clave en la convulsa región de Oriente Próximo. En campaña, Biden había advertido que los saudíes pagarían el precio de sus tropelías y los convertiría de hecho en «los parias que son».
Crítico con el heredero
«El Príncipe Heredero veía a Khashoggi como una amenaza para el Reino y respaldó ampliamente el uso de medidas violentas si fueran necesarias para silenciarlo», asegura el informe de inteligencia sobre la implicación de la corona saudí en la muerte en el asesinato del periodista, que publicaba columnas críticas hacia Bin Salman en ‘The Washington Post’. «Aunque funcionarios saudíes hubieran preplaneado una operación no concreta contra Khashoggi, no sabemos hasta dónde los funcionarios saudíes decidieron causarle daño», indica el informe.
En la línea de la Inteligencia de EE.UU., la ONU estableció en 2019 que el asesinato de Khashoggi siguió un plan «premeditado» bajo supervisión de altos cargos de la Corona y apuntaba a la responsabilidad de Bin Salman.
La aviación norteamericana bombardeó ayer, siguiendo órdenes precisas del presidente Biden, instalaciones en el este de Siria, cerca de Irak, controladas por varias milicias prochiíes apoyadas por Irán y aliadas del régimen de Al Asad. Según el Pentágono, los ataques cerca de la localidad siria de Abu Kamal –que según varias fuentes dejaron al menos 20 muertos e importantes destrozos materiales– fueron una represalia por los ataques llevados a cabo en las últimas semanas por esos grupos contra objetivos de EE.UU. en Irak, el último hace diez días en el que murió un contratista militar.
Washington dijo que el ataque se produjo gracias a información de inteligencia, también la suministrada por Bagdad, y tras consultar a sus aliados. El Gobierno de Irak –que desde la caída de Sadam está controlado por la comunidad chií y se ha acercado a Irán– negó sin embargo haber facilitado información a EE.UU. Rusia, que juega en la guerra civil siria en el bando de la dictadura de Asad, se quejó de que la Casa Blanca le informó del ataque «cinco minutos antes», y el Gobierno de Damasco lamentó que la nueva Administración norteamericana haya decidido seguir «la ley de la jungla» como la anterior de Trump.
Con su rápida intervención militar, apenas llegado a la Casa Blanca, el presidente Biden demuestra no tener aspiraciones, como su antecesor demócrata Barack Obama, al premio Nobel preventivo de la Paz. El presidente también pretende dejar claro que no le tiembla el pulso a la hora de emprender acciones militares, más aún si se trata de vengar ataques contra sus intereses o fuerzas desplegadas por el mundo.
Golpear y marcharse
Pese a la contundencia y rapidez de la acción, el Pentágono advirtió que no va a implicarse en la guerra civil siria. La Administración Biden tampoco pretende cambiar el actual equilibrio de fuerzas en el conflicto, claramente favorable al régimen de Bashar al Asad. En pocos días se cumplen diez años desde los levantamientos contra la dictadura de Damasco, y los datos están ahí: medio millón de muertos, la mitad de la población de Siria desplazada dentro y, sobre todo, fuera del país, gran parte del territorio recuperado por las fuerzas de Asad –exceptuando pequeñas zonas en el norte, este y oeste– y todas las potencias de la región enfrentándose por poderes, a través de una galaxia de milicias.
El guirigay sirio es tan formidable que ni Trump en su día, ni mucho menos Biden, han mostrado interés por implicarse en Siria, ni en el terreno diplomático ni en el militar. Sus acciones se dirigen a mantener el ‘statu quo’. La acción bélica contra las bases de Hizbolá en Siria es solo la respuesta de la superpotencia a los ataques contra sus intereses en Irak, y una advertencia al régimen de Irán, que se sospecha que los alienta.