Escritura periodística
La primera colaboración de Laforet en ‘Destino’ fue un artículo titulado ‘La fiesta de la moda’ (izq.). En ABC (abajo) escribió un diario entre 1971 y 1972 có durante los años cincuenta e incluso autorizó que fuera a imprenta ‘Al volver la esquina’ (2004), que escribió en los sesenta y nunca terminó de corregir. Era la segunda parte de una trilogía inacabada que comenzó con ‘La insolación’ (1963). Este largo silencio editorial explica que sus artículos periodísticos no hayan sido explorados debidamente. Su escritura en periódicos, como le dijo a Sender por carta, la ayudó a superar el miedo al folio en blanco: «Escribo ahora un artículo diario y en forma de ‘diario’. Esto ya no es el trabajo penoso e imposible; es algo que me ayuda a remontarme, a volver a sentirme yo misma y a vivir: y ahora podré escribir la novela… sin romperla».
Este ‘diario’ al que se refiere lo escribió en las páginas de ABC entre 1971 y 1972, pero también colaboró con otros medios. «Sabemos que existen trabajos en proceso sobre su obra periodística y eso es una gran noticia: las diversas colaboraciones de Laforet en medios como ‘Informaciones’, ‘España’ o ‘Pueblo’ merecen ser sistematizados, estudiados y editados –apuntan Cabello y Ripoll–. En su presencia en periódicos se observa la compleja proyección de su imagen pública, así como sus principales preocupaciones: la libertad y la independencia, los arquetipos de género impuestos por la sociedad franquista, sus lecturas y las redes culturales que habitó».
En las páginas de ‘Puntos de vista de una mujer’ expresó la soledad que sentía ante su mesa de trabajo y el «extraño miedo» que la invadía cuando frente a la máquina de escribir era observada por los libros alineados de su estantería. En ella, y sobre ellos escribió, había autores como Dante, Pardo Bazán, Woolf, Faulkner, Delibes o Carmen Conde. La escritura y la lectura son dos de los temas que más trató. «Jamás se me ha ocurrido inquietarme por lo que pudiera haber sido de mis héroes predilectos en la literatura, una vez cerrado el libro que me gustó –dijo, sobre un tema de plena actualidad–. ¿Por qué ese afán de confundir vida y literatura, en una mezcla tan curiosa y confusa?».
Soledad
La preferencia de Laforet por los grupos de amigos reducidos, esa «falta de sociabilidad», también está en el libro: «Mi soledad –cuando nadie me exige un cuidado– es desordenada, saboteada por preocupaciones de orden práctico, acalorada por libros y periódicos que, sin saber cómo, vienen a echarse a mis pies como molestos perros». La autora de ‘Nada’ se contaba entre «los vagabundos de ocasión» que buscaban aire fino en la montaña o en el campo: «Sí, me parece malo todo lo que he escrito últimamente, y pienso que lo mejor será dejarlo por unos días y marcharme al campo. Esta solución del campo me la doy a mí misma porque soy mujer, me imagino, muy parecida, en sus raíces, a las demás mujeres».
Poco amiga de las multitudes, Laforet le reconoció a Sender que ella vivía cómoda lejos de los pequeños reinos de Taifas, y «una persona que no está declaradamente en ninguno de estos reinos belicosos, a la fuerza se la considera como enemiga de todos; o tonta, o malvada, o lo que sea». Ella no era luchadora ni trabajadora, decía, y por eso otros se han pasado décadas trabajando por ella para interpretarla. Ese es el enigma Laforet: el de un gran talento ensombrecido por una sensibilidad vulnerabilísima.