Philip Jaccottet (1925-2021)
Gran poeta europeo Fue, además, uno de los mejores traductores de todos los tiempos
Con una diferencia de horas han muerto Ferlinghetti, uno de lo clásicos de la beat generation y tal vez su teórico mejor, y el suizo Philip Jaccottet, que en vida vió publicadas sus obras en la Pléiade y uno de los mejores poetas-traductores de todos los tiempos, al que se deben insuperables versiones de Goethe, Hölderlin, Rilke, Musil y Mann; de Leopardi y Ungaretti; de Mandelstam; de Góngora; y, sobre todo, de la Odisea. Formado en la Universidad de Lausanne, Jaccottet fijó, al casarse con la pintora Anne-Marie Hassler, su residencia en Francia: en Grignan, comarca de Drôme, en la Provenza, donde ha fallecido.
Miembro de la Academia Alemana de la Lengua y la Poesía, reconocido ensayista y gran poeta europeo y occidental, ha sido traducido a nuestro idioma por poetas como Antonio-Martínez Sarrión, Fernando Romero y Rafael José Díaz. Poeta doctus, amigo de Jean Starobinski, ha sido autor de una abundante obra, caracterizada por su exigencia y su rigor. Próximo a Séneca, San Jerónimo,
San Juan de la Cruz, Claudel y Hopkins, escribe desde un estado de vigilia. Luego, guiado por Nerval, grafía «el ruido de lo invisible» y opta por un modo de visión teatralizada sólo hasta cierto punto y en la que la disposición de los poemas en bloques, concebidos como series cubistas geométricas, le confieren un aire similar al de algunas de las realizaciones de la poesía pura, cercana a veces al hai-ku, con proliferación de rimas agudas y con una economía lingüística máxima. Poesía muy óptica, aunque también muy acústica, toda la del curso medio de Jaccottet, combina ideas de Dégas con otras de Valéry y reutiliza formulaciones del último Rilke; explota las posibilidades de la o aleixadrina, que Aleixandre tomó prestada de Góngora y que Jaccottet, traductor del cordobés, lleva a la máxima potencia aquí: «Hojas o destellos de mar/ o tiempo que brilla esparcido».
Su sintaxis es la parataxis llevada al máximo de sus posibilidades. Poesía más respirada que dicha, en las que puede verse hasta las nerviaciones de la misma voz: poesía, pues, del silencio, pero de un silencio que es el del mundo y no el del yo. En esto se distingue de otras escrituras más recientes con las que podría compararse. El voltaje de su pensamiento y la altura de su sistema de dicción proceden de su condición de ensayista, faceta ésta suya no inferior en calidad a la poética, con la que tiene múltiples vasos comunicantes. No sólo Suiza sino la lengua francesa –de la que fue un gran maestro– y todas las otras lenguas que dominó, están hoy viudas o huérfanas. Y la nuestra, como nosotros mismos, también.