EL DERECHO A DEAMBULAR DE LOS NEGACIONISTAS
Su libertad de no vacunarse debe tener consecuencias para proteger a los demás
Hace tiempo que intento tomarme la vida con filosofía y tener claras las prioridades antes de enfadarme, pero la verdad, es bastante indignante encontrarse por Santiago de Compostela con grupos de personas llegadas de otros puntos de España cuando uno lleva semanas sin poder ver a la familia o a la pareja. El ciudadano común cumple las restricciones y no se ha movido el último mes de su concello para evitar que el virus siguiese ganando espacio y mientras hay gente que coge el coche y se viene desde Madrid o el País Vasco para protestar contra una ley de la Xunta (la Lei de Saúde) que ni les afecta ni conocen realmente.
Por descontado que el derecho a manifestarse está en la Constitución, pero que nadie me compare a un trabajador que sale a la calle porque puede perder su puesto de trabajo con un negacionista que lo mismo le da hacerse notar en Galicia que en su pueblo, o a través de internet. No están los tiempos para manifestaciones evitables.
Si esa excusa vale, además, para saltar perímetros basta que convoquemos marchas a donde queramos ir y todos felices. Manifestación en la Ribeira Sacra, o en Nigrán, ahora que llega el buen tiempo a las Rías Baixas. Y por cierto...a los que se oponen a que la vacunación sea obligatoria. ¿Qué hacemos con un trabajador de una residencia de mayores que decide no vacunarse? Evidentemente no se le va a poner la inyección a la fuerza, pero tampoco puede pretender seguir en contacto estrecho con personas vulnerables sin que ocurra nada. Su libertad de no vacunarse debe tener consecuencias para proteger a los demás, y eso hay que regularlo.
Y por otra parte, dantesca la postura de la oposición, que se alía con algunos de los argumentos de los negacionistas. Rechazan la Lei de Saúde porque «recorta dereitos», como si lo que llevamos viviendo desde hace un año no haya sido ya un recorte de nuestros derechos. El derecho a deambular por donde queramos, por ejemplo, que lo hemos tenido todos restringido, menos los negacionistas, claro.