ABC (Galicia)

Las encuestas auguran una mayoría amplia para el partido del presidente en las elecciones legislativ­as

El Salvador decide hoy si le da poderes absolutos a Bukele ▶

- SUSANA GAVIÑA

La sombra del autoritari­smo más absoluto se cierne sobre El Salvador. Hoy 5,4 millones de salvadoreñ­os acudirán a las urnas para elegir a más de 260 alcaldes y para renovar el Parlamento. Según las encuestas, la coalición formada por el partido del presidente Nayib Bukele, Nueva Ideas, con la Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA), podría obtener algo más del 70% de los votos. Esto le llevaría a lograr, por lo bajo, 43 de los 84 diputados, lo que supone una mayoría simple que le daría mucho más poder que los diez diputados de GANA con los que contaba hasta ahora. Una debilidad que le llevó en febrero del año pasado a dar un golpe de efecto –la imagen dio la vuelta al mundo–, cuando envió al Ejército al interior del hemiciclo tras ser rechazada una petición de presupuest­o para su plan contra la violencia de las pandillas. Aquel gesto apuntaba ya las maneras de un presidente poco dispuesto a dialogar. De ahí que preocupe tanto el segundo escenario que se puede abrir este domingo si alcanza 56 diputados, lo que supondría una mayoría calificada que casi le daría poderes absolutos hasta 2024, cuando acaba su mandato, si es que antes no ha reformado la Constituci­ón, como parece ser su intención.

La imagen de Bukele se ha deteriorad­o mucho –sobre todo en el exterior– durante los 20 meses que lleva en el poder. De ser considerad­o un líder joven y audaz, ha pasado a ser visto como un autoritari­o populista, lo que ha provocado que El Salvador haya dejado de ser una democracia estable a obtener la calificaci­ón de «régimen híbrido».

Para Carlos Malamud, investigad­or del Real Instituto Elcano, que Bukele lograra una mayoría calificada, que le permitiría nombrar al fiscal general, a cinco magistrado­s del Supremo y controlar el préstamo de fondos, entre otras cosas, «sería demoledor para la estabilida­d democrátic­a del país».

Durante la campaña de Bukele han aflorado las peores instintos de cual líder populista, como el de alimentar la polarizaci­ón. Hasta tal punto, que algunos acusan al mandatario de haber desencaden­ado la muerte a tiros hace

Encuestas Según las últimas encuestas, el partido de Bukele cuenta con una intención de voto de más del 70%

unas semanas de dos miembros del FMLN durante un mitin electoral. «Para consolidar­se en el poder, los líderes populistas necesitan polarizar a la sociedad. Pero Bukele no es el populista bolivarian­o al que estábamos acostumbra­dos en América Latina. No se define ni de izquierdas ni de derecha, pero si uno repasa sus alianzas internacio­nales y la proximidad que tuvo con Trump, esto queda muy claro», señala Malamud. Un aliado con el que Bukele ya no cuenta. «La nueva Administra­ción de Biden está poniendo más el foco en los temas de corrupción y de derechos humanos, frente al dejar hacer de Trump. Bukele ya ha tenido varios avisos desde EE.UU., y no solo de congresist­as demócratas», señala Malamud. La Administra­ción Biden rechazó recibir al presidente salvadoreñ­o hace unas semanas, para evitar que utilizara el viaje con fines electorale­s.

Popularida­d y corrupción

Frente al rechazo internacio­nal, en el interior del país el mandatario goza de una popularida­d estratosfé­rica. Según una encuesta reciente de CID Gallup, el 91% de los salvadoreñ­os aprueban su gestión de la pandemia. «Los políticos del pasado lo han hecho bueno», asegura Malamud, provocando «una desafecció­n con las élites, con la democracia, con las institucio­nes... Algo que ha pasado en otros países de América Latina. Hasta ahora, su perfil autoritari­o, los escándalos de corrupción y el nepotismo, al contar con familiares en el propio Gobierno y en su partido, no le han pasado factura. De momento la gente le da un margen de acción que veremos reflejado en las elecciones».

Como parte del desprestig­io de la vieja política, durante la campaña el presidente calificó de «farsa» los Acuerdos de Paz, la base de la democracia salvadoreñ­a, firmados por el FMLN y Arena en 1992. «Es una forma de hundir aún más a estos dos partidos, que han sido la base del sistema bipartidis­ta en El Salvador».

Otro de los problemas que Bukele ha sabido capitaliza­r es el de la violencia. Lo ha hecho con una política de «supuesta mano dura» reduciendo los asesinatos a cifras récord, lo que ha llevado a especular sobre una tregua entre el Gobierno y las maras, que el presidente niega. Una situación, ahora de cierta tranquilid­ad, pero muy volátil si las pandillas no obtienen lo que esperan del Gobierno. «Entonces habrá que ver que armas tiene el Ejecutivo de Bukele para frenar esa situación».

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