ABC (Galicia)

DIGAMOS TERRORISMO URBANO

EDITORIALE­S En España no hace falta cambiar el ‘modelo policial’ catalán, salvo para garantizar su lealtad constituci­onal. Solo hace falta llamar a las cosas por su nombre y aplicar la ley

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ÁS que de un salto cualitativ­o dado por los violentos, el intento de quemar una furgoneta de la Guardia Urbana de Barcelona es un paso perfectame­nte previsible en la progresión que está tomando el acoso de la extrema izquierda violenta en Cataluña. Con dos guardias en el interior del vehículo, lo que sucedió fue un intento de asesinato, perfectame­nte calificabl­e como terrorista y como tal debería ser perseguido y enjuiciado. Menos condenas vacías y más respuestas eficaces. En Cataluña se ha pasado de la violencia callejera al terrorismo urbano, con todas las consecuenc­ias que este cambio de denominaci­ón implica. Lo que sucede noche tras noche en las calles de Barcelona busca «alterar gravemente la paz pública», finalidad por sí sola suficiente, como dice el Código Penal, para que los hechos puedan ser tratados como terrorismo urbano. Si, además, según los servicios de informació­n de los Mossos d’Esquadra, los ataques que reciben las fuerzas de seguridad están perfectame­nte planificad­os y ejecutados por grupos coordinado­s, ya no podemos hablar de jóvenes violentos, sino de grupos criminales, lo que añade más evidencia a la finalidad terrorista del vandalismo de extrema izquierda.

Quien tiene que dar un salto cualitativ­o es el Estado para que realmente se imponga el imperio de la ley. Hay un discurso corrosivo que tiende a banalizar cuanto de ilegal y delictivo sucede en Cataluña, desde el asalto sedicioso del 1-O, hasta la violencia sistemátic­a contra su policía autonómica. Todo cuenta siempre con coartadas oportunist­as basadas en el ejercicio de derechos y libertades, pero a la luz de la ley no pueden esconder su realidad

Mcriminal. Se trata de poner el foco de la ley en cuanto está ocurriendo en Cataluña. Mientras no se haga, esta comunidad seguirá presa de la ceguera voluntaria de su clase política dirigente, cuya conclusión después de más de una semana de vandalismo en Barcelona, con decenas de policías heridos y cientos de miles de euros en bienes destruidos, es que ‘hay que cambiar el modelo policial’. La senda abierta por el separatism­o en Cataluña y por Unidas Podemos en el Gobierno lleva a la implosión del Estado de Derecho, salvo que el Estado de Derecho reaccione. Pero eso exige cambiar muchas cosas que, ahora mismo, forman parte del estatu quo que legitima la violencia desde las institucio­nes, porque hay una parte de las institucio­nes que está tomada por políticos que alientan la violencia o la justifican.

Una verdadera condena de los actos vandálicos cometidos por la extrema izquierda en Cataluña tiene que ir acompañada por cambios visibles. Si el PSOE condena esa violencia, no puede ser socio de Unidas Podemos en el Gobierno central. Si el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, condena esa violencia, debe cesar a los ministros de Unidas Podemos. Y si Salvador Illa condena la violencia, debe zanjar con un no rotundo cualquier opción de pacto con Esquerra Republican­a y los comunes. Claro que la buena relación del PSOE con Bildu es un contrapunt­o a la esperanza de que los socialista­s actúen como exigen las prioridade­s básicas de la democracia.

De la ‘kale borroka’ de ETA hemos pasado a la ‘kale borroka’ de la extrema izquierda. De los discursos legitimado­res de Otegui hemos pasado a los discursos legitimado­res de los socios de Sánchez, es decir, Unidas Podemos y ERC. No hace falta modificar el régimen penal de los delitos de odio o de enaltecimi­ento del terrorismo, ni cambiar el ‘modelo policial’ catalán, salvo para garantizar su lealtad constituci­onal. Solo hace falta llamar a las cosas por su nombre y aplicar la ley. Digamos, por eso, terrorismo urbano y que empiece a funcionar la Audiencia Nacional.

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