La diferencia entre estudiar los problemas y el ecologismo a lo Epi y Blas
ILL Gates. Ya saben: el ingeniero informático de 65 años que en 1975 fundó Microsoft junto a Paul Allen. Cuarta fortuna mundial, con 123.000 millones de dólares, y un importantísimo filántropo. En 2008 dejó sus tareas ejecutivas y se dedica a su fundación y a darle al coco. Gates es también el megavillano de una lisérgica teoría de la conspiración, que asegura que fabricó el Covid-19 para luego inyectarnos vacunas con unos microchips que le permitirán controlar a la humanidad. Lo cierto es que gasta una excelente cabeza (en 2015 predijo esta epidemia) y ahora ha publicado un claro ensayo sobre el cambio climático y cómo pararlo. Él mismo plantea la objeción evidente: otro ricacho sermoneándonos y que va dando lecciones ecologistas cuando posee aviones, casoplones y yates que manchan a espuertas. Su réplica es que se ha empollado el tema, que su opinión está ‘bien fundamentada’.
Leer su libro desde España resulta revelador, porque ratifica algo que intuíamos: nuestro sanchismo, que presume hasta el empalago de su desvelo por el clima, se queda en los eslóganes huecos y no se ha estudiado el problema. Gates explica las medidas que se están tomando en el mundo con la metáfora de una bañera. Intentamos reducir el chorro que sale del grifo, pero mientras no se corte por completo, la bañera acabará desbordándose. Así que propone una meta: de aquí a 2050 hay que dejar en cero los 51.000 millones de toneladas de gases invernadero que mandamos a la atmósfera cada año. Si fracasamos tampoco llegará el Apocalipsis de la niña Greta. Pero en 2050 el problema del clima sería tan mortífero como hoy el Covid y en 2100, cinco veces más.
Gates advierte que el reto no radica solo en Occidente. El mundo pobre tiene derecho a crecer y sin fórmulas de producción limpias lo hará manchando a saco. El clima no se va a arreglar solo con bienintencionados paneles solares y molinillos, porque la electricidad genera «menos del 30% de las emisiones» (en el año del Covid, con una caída drástica del transporte y la producción, los gases invernadero solo bajaron un 5%). «Vamos a tener que descarbonizar otro 70% de la economía mundial». Crear coches eléctricos, turbinas eólicas, casas sostenibles... también contamina (por ejemplo, emplean acero). El ganado supone un 5% del total de emisiones. La solución –¡oh disgusto ¡¡progresista!!– no pasa por vivir peor, por convertirnos en unos anacoretas verdes y consumir menos. «Utilizar menos el coche y el avión no bastará para alcanzar la meta de cero emisiones». Entonces, ¿qué propone Gates? Pues una solución de libre mercado: recurrir a la ciencia de las empresas privadas, con los estados facilitando su trabajo, para idear soluciones tecnológicas, como las plantas que capturan carbono, o fórmulas de producción verde. Habrá que inventar otro modo de fabricar, cultivar y caldear o enfriar los edificios. Y... ¡anatema!: no puede haber una estrategia seria de descarbonización sin la energía nuclear. El tío Bill le da un repaso al ecologismo a lo Epi y Blas de Pedro y Pablo.
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