ABC (Galicia)

No nos ha puesto el Covid a pensar en la salud sino en la muerte

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EL Covid nos ha robado la condición de enfermos. Quiero decir que el Covid ha traido directamen­te la muerte a la costumbre, cuando la medicina, en general, había prosperado tanto que todos íbamos a acabar enfermos, entre fármacos fabulosos y doctores infalibles. La longevidad, ya casi prevista en nuestras vidas, incluía una dolencia crónica, y una medicación de remiendo. Hasta que llegó el Covid, que fulmina en un pispás, y no conoce el tratamient­o. De modo que te dan el diagnóstic­o, y quizá eres un mortal de una semana.

El Covid no es letal, pero sí, porque no hay remedio si el bicho se ensaña, y ni rato hay para la despedida, que es lo que abrocha para siempre a un padre y a un hijo, por ejemplo. El Covid ha acabado con nuestra condición de enfermos, que es como decir con nuestro privilegio de enfermos. Y también ha acabado con la amargura del adiós, que es como decir con el alivio del adiós. He aquí algunas claves de ‘la nueva normalidad’, que afecta a los que sobreviven, y a los que no. Salvador Illa, hoy Carolina Darias, no han administra­do las farmacias sin remedio sino los funerales sin familia.

No nos ha puesto el Covid a pensar en la salud sino en la muerte, porque los viejos nunca hablaron entre los suyos con tanta urgente ternura testamenta­ria, ni tampoco los jóvenes se emplearon tanto en la incómoda cautela, cuando la juventud es la norma del riesgo. El Covid no nos deja ser enfermos, a la vieja y saludable usanza, porque, en síntesis, o bien resultas un constipado, o bien opositas a cadáver. Entre el doctor Simón, y Victoria Abril, nos pretenden apañar una vida que no tiene apaño, de momento, porque la muerte está ahí, como verdad numerosa. Habíamos logrado una alta esperanza de vida, según datos que hoy se retraen.

Íbamos para jóvenes con achaques de jubilado, y pastillero de campeones, pero llegó el Covid, y un diagnóstic­o es un azar sin medicament­o. El anuncio de pandemia, desde la OMS, cumple enseguida el año, manifestac­ión arriba, manifestac­ión abajo. Empezábamo­s así a perder nuestro proyecto de enfermos. Un día fue vida la vida, y arriesgó el poeta que ‘morirse no era tan grave’. Ahora sí.

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