Una viceministra chavista llamó a Vallenilla y le ofreció dinero para que se quedara callado y no siguiera denunciando la muerte de su hijo
«Hay que ser bien cobarde para decir que un joven desarmado significaba un peligro para la base militar»
ta a su subalterno y no fue hasta las elecciones de 1998 cuando vuelve a saber de Maduro. Lo ve por televisión celebrando el triunfo de Chávez en las elecciones presidenciales de ese año.
«Asesinó a mi hijo»
Tras más de dos décadas alejado del líder chavista, la vida hace que David Vallenilla se reencuentre de una forma trágica con la revolución bolivariana que ahora lidera su antiguo compañero de trabajo. Su único hijo había salido a manifestarse contra el régimen chavista esos días en los que las protestas alcanzaban su máximo apogeo tras la ruptura de varios líderes importantes del chavismo con Maduro. El joven de 22 años, que se desempeñaba como enfermero en una clínica al este de la ciudad, fue asesinado el 22 de junio de 2017 a quemarropa por un guardia nacional que le disparó desde el interior de la base militar La Carlota, en Caracas. «Maduro asesinó a mi único hijo», acusa Vallenilla al mandatario venezolano con lágrimas en los ojos. Y apunta que «hay que ser bien cobarde para decir que un joven desarmado frente a una base militar significaba un peligro».
Vallenila cuenta a ABC, desde un restaurante venezolano en Madrid, que Maduro nunca lo contactó para darle el pésame por la muerte de su hijo. El suceso corrió como la pólvora por las redes sociales debido al pasado común con el líder chavista. «Durante el funeral de David José, se acercó un funcionario y me dijo que el presidente estaba al teléfono, pero cuando me pasó la llamada se identificó como Tareck El Aissami», comenta. Agrega que el entonces vicepresidente le dijo: «Vamos a hacer todo lo posible para encontrar a los responsables de esa muerte». Esas palabras se las llevó el viento.
Vallenilla había denunciado horas antes que en la morgue de Caracas los cuerpos de seguridad del Estado intentaron hacer desaparecer el cuerpo de su hijo para eliminar las evidencias. Los responsables del crimen están supuestamente privados de libertad, pero él no tiene certeza porque nunca los han llevado a juicio.
Después de dos años exigiendo justicia sin éxito, este extrabajador del metro llegó a España donde pidió asilo político en febrero del 2019. El Ministerio del Interior le denegó como a muchos venezolanos la protección internacional y le concedió la residencia por razones humanitarias. Una decisión que le impide beneficiarse de las ayudas económicas del Gobierno.
Desde el exilio quiere llevar el caso de su hijo a la Corte Penal Internacional para conseguir que condenen al Estado venezolano. Recuerda que lo llamó una viceministra de Néstor Reverol (ministro del Interior) para ofrecerle dinero «para que me quedara callado», pero indignado le refutó: «¿Cuánto vale un hijo tuyo?». Echa en falta que antes de que el Gobierno de Venezuela le ofreciera dinero, no le haya ofrecido justicia. «El dinero siempre hace falta», zanjó la mujer. «Yo le escribí una carta a Delcy Rodríguez, que era la presidenta de la Comisión de la Verdad, solicitándole una audiencia. Para mí era importante que quedara evidencia de que yo los busqué aunque sabía que ellos no tenían intención de hacer nada», aseguró.
El delfín de Chávez
La década de los noventa fue fundamental para que Nicolás Maduro llegara al entorno de Hugo Chávez. El exdirigente sindical, considerado del ala moderada del chavismo, se hizo diputado de la Asamblea Nacional y en 2005 consiguió la presidencia de la Cámara. Pero no fue hasta el año siguiente cuando vio recompensada su amistad con Chávez y le nombró canciller de la República. Su gestión al frente del Ministerio
El exjefe de Maduro, exiliado en Madrid, sostiene una foto del momento cuando un soldado dispara a su hijo que se encontraba en los alrededores de la base militar
de Relaciones Exteriores, lo hizo destacar por su tono conciliador. Sin embargo, cuando los cubanos, quienes manejan desde entonces los hilos del poder en Venezuela, lo proponen como el sucesor de Chávez adaptó el violento discurso del mandatario.
En plena campaña presidencial, Maduro orgulloso de su pasado sorprendió a los venezolanos conduciendo un autobús por las principales calles de Caracas con destino a la sede del Consejo Nacional Electoral (CNE) para inscribir su candidatura en las elecciones presidenciales de 2013 tal y como lo encomendó Hugo Chávez. Cogió de nuevo el volante como tantas veces lo hizo en los noventa y dijo: «Ellos pusieron el autobús, nosotros ponemos el chófer y la ruta: rumbo al socialismo chavista, cristiano, bolivariano. El autobús de la patria».
Su mandato le ha dado la vuelta al mundo, y no precisamente por lo positivo de sus números al frente del Gobierno. Disparó la inflación, encarceló a los principales líderes de la oposición, ha condenado a los venezolanos a escapar de su propia tierra y llevó al colapso los servicios públicos, algo que solo pueden contar quienes lo viven a diario.