El PP pide a Marlaska que haga frente al terrorismo callejero
▶ Quieren que convoque la Junta de Seguridad, mientras Sàmper se reunirá hoy con Colau Los pirómanos y los políticos que los ‘comprenden’ deberían saber qué fue el siglo XX al invocar ‘su’ libertad de expresión
La extrema violencia protagonizada por independentistas y anarquistas en las calles de Barcelona, en los últimos días tras la encarcelación del rapero Pablo Hasel (condenado por enaltecimiento del terrorismo e injurias a la Corona), empieza a salpicar políticamente al Gobierno de España. Así lo considera, al menos, el PP, que ayer dirigió sus críticas al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, al que le exigió la convocatoria «urgente» de la Junta de Seguridad de Cataluña para que coordine la actuación policial contra este «terrorismo callejero».
La noche del sábado los violentos quemaron un furgón de la Guardia Urbana con, al menos, un agente en su interior, que tuvo que salir del vehículo por la puerta del copiloto. Los destrozos del mobiliario urbano fueron numerosos. Se asaltaron cajeros y entidades bancarias y un hotel. La violencia fue extrema en las calles de Barcelona. Ante esta situación, Pablo Montesinos, vicesecretario de Comunicación del PP nacional, se preguntó dónde está el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez.
Los populares cargaron todas las tintas contra Grande-Marlaska, al que acusaron de estar «absolutamente desaparecido», y Sánchez, que está al frente de un Ejecutivo que «calla, guarda silencio y agacha la cabeza» frente a la mitad del mismo –en referencia a los ministros de Podemos– que «alienta, jalea y avala» a los que protagonizan los ataques.
Por todo ello, Montesinos, desde Guadalajara, informa Ep, exigió a Grande-Marlaska que «reaparezca» y «actúe» convocando la Junta de Seguridad de Cataluña, para que sea el ministro el que coordine la respuesta policial a la extrema violencia.
«La receta de Thatcher»
En esta misma dirección se manifestó el líder del PP catalán, Alejandro Fernández. Desde su cuenta de Twitter calificó lo sucedido la noche del sábado al domingo de «actos terroristas» y defendió, como respuesta, «la receta de Margaret Thatcher».
La que fuera primera ministra del Reino Unido entre 1979 y 1990 tuvo que hacer frente a una de las mayores oleadas de altercados del último siglo. En 1981, por ejemplo, cientos de agentes fueron heridos y se quemaron coches de policía y negocios en la zona de Brixton, donde se acumulaban problemas sociales. Aunque la policía se vio desbordada en algunos momentos, finalmente, se ordenó desplegar un gran operativo que logró aplacar las protestas.
Por otro lado, en plena fase de negociación entre ERC, Junts y la CUP –partido, este último, que quiere desmantelar a los antidisturbios de los Mossos d’Esquadra–, Miquel Sàmper (Junts), consejero de Interior, se reunirá hoy con Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, que ayer condenó el ataque a la policía, y Pere Aragonès (ERC), presidente en funciones de la Generalitat, para abordar un vandalismo que deja de momento un balance de 137 detenidos en catorce días.
Tanto hablar de la ultraderecha, pero resulta que, ahora y aquí, la violencia es de extrema izquierda: los de bandera roja hoz y martillo queman contenedores, saquean comercios, allanan sucursales, desencajan adoquines, arrasan terrazas, desconchan aceras, desparraman jardineras, componen arietes con señales de tráfico, revientan vidrieras y apedrean El Periódico.
Como pretexto de tanta salvajada, la defensa de la ‘libertad de expresión’ por el ingreso en prisión de un tal Rivadulla. Violencia que les saldrá gratis porque aquí nuestros políticos critican a jueces y policía, nunca al delincuente. Violencia que pagaremos todos, como ya la pagamos cuando en 2019 el independentismo convirtió la Ciudad Condal en Ciudad Quemada.
Las ‘buenas intenciones’ justifican los medios deben pensar nuestros ‘ninis’. ¿Sabéis de que habláis cuando habláis del comunismo? Vuestros raperos, que han servido de bandera de enganche a los rateros, están granaditos y deberían saberlo. Qué fue el leninismo y el estalinismo (y el Che, o Mao), la RAF, las Brigadas Rojas, el GRAPO, la ETA o el FRAP.
Si antes de lanzar pedruscos os molestáis en consultar la wiki leeríais, pese a vuestra pereza digital, que hace 40 años, marzo del 71, la revolución cubana reveló su faz estalinista: Heberto Padilla, poeta y revolucionario de primera hora, es arrestado por supuestas ‘actividades subversivas contra el Gobierno’. Siguiendo el patrón de los procesos de Moscú (id al link), se le obliga a confesar públicamente las mentiras que le condenarán. Una sesentena de escritores que creyeron en la revolución cubana envía una carta abierta a Fidel. El barbudo tachará a Rulfo, Moravia, Sartre, Calvino, Fuentes, Cortázar, Sontag, Pasolini o los Goytisolo (Juan y Luis) de «intelectuales burgueses a los que Cuba negará de forma definitiva y perpetua la entrada al país».
A un firmante, Hans Magnus Enzensberger, la disociación de comunismo y libertad le inspira el poema alegórico ‘El hundimiento del Titanic’.
En ‘Tumulto’, recomendable crónica de su desilusión, Enzensberger alerta de la neolengua del agitprop que puede convertir a quien la profesa en victimario: «Muchos no se atreven a contradecir los dogmas que les han inculcado. ‘Tolerancia represiva’, ‘terror del consumo’, ‘manipulación’ son conceptos heurísticos útiles en determinadas situaciones pero que deben tirarse después de uso… La gente de izquierdas, en su condición actual, es tan sierva de sus dogmas que prefiere negar la evidencia más simple antes que echar sus ideas fijas a la papelera. A veces la liberación viene encorsetada».
Veinte años antes del ‘caso Padilla’, Albert Camus ya advirtió en ‘El hombre rebelde’ (1951) de la naturaleza criminal de los presuntos redentores de la humanidad: «En los campos de esclavos bajo la bandera de la libertad, las matanzas justificadas por el amor al hombre o el gusto de la súper humanidad, dejan desamparado, en un sentido, el juicio… El día en que, por una curiosa inversión propia de nuestro tiempo, el crimen se adorna con los despojos de la inocencia, la inocencia es requerida a proporcionar sus justificaciones».
Cuando Camus publicó su ensayo hacía cuatro años de ‘El cero y el infinito’ de Koestler y dos del orwelliano ‘1984’. En nombre de la sociedad sin clases, Lenin primero y Stalin después, masacraron millones de compatriotas; mientras, la izquierda europea no quería ver qué ocurría al otro lado del telón de acero.
Llegaron luego la China de Mao, la Albania de Hoxha, el coreano Kim IlSung y su demente dinastía, la invasión de Hungría por la URSS… En 1968, mientras estudiantes tan frívolos como vosotros arrasaban París con pancartas maoístas, la llamada ‘Revolución Cultural’ prohibía todos los libros (solo era permitido el Libro Rojo) y Praga era aplastada por los soviéticos. Mao contaría con alumnos aventajados: el psicópata Pol Pot, con sus jemeres rojos, más de un millón y medio de camboyanos masacrados; o la secta asesina de Sendero Luminoso en el Perú de los 80.
Advinieron en Europa años de plomo, las siglas terroristas que idolatran vuestros raperos… Enzensberger conoció y retrató a la banda Baader Meinhoff. Andreas Baader: «Un chorizo fugitivo que había trabajado de modelo para una revista gay y que, aparte de ser amante de sí mismo, sentía pasión por los coches rápidos. Las mujeres se le sometieron incondicionalmente. Las trataba como un chulo». Ulrike Meinhoff: «Hablaba de ‘tumbar el sistema por la fuerza’. Hasta su suicidio no volví a saber de la lamentable Ulrike Meinhoff». Gudrun Ensslin: «Hija de un pastor protestante y convertida en fetichista de las armas y la indumentaria». Diagnóstico: «Pagaron su carrera con el aislamiento y la pérdida de la realidad. No hizo falta ningún tribunal para condenarlos a esa suerte».
Los pirómanos y los políticos que los ‘comprenden’ debieran saber qué fue el siglo XX al invocar ‘su’ libertad de expresión en el XXI. Vuestra estulticia perjudica seriamente al erario… Y, también, a la salud mental.