El pulso de Ponferrada
Hoy, el pulso de Ponferrada (64.027 habitantes) late a un ritmo muy diferente al de hace veinte años. La capital del Bierzo ha perdido el dinamismo económico del pasado, tras el cierre de las minas de carbón y la precipitada clausura de la central térmica de Endesa, que eran sus pilares económicos. Hoy, buscando un nuevo futuro, recordar el llamado caso Nevenka supone resucitar «un escándalo muy grande», dicen en la calle. La primera reacción al evocar aquel episodio es de disgusto «por ver a Ponferrada en boca de España entera, por un tema que nadie quiere tener en su casa», explica una mujer. Comparte conversación con una amiga, extrañada de que Nevenka «se atreva a volver después de tanto tiempo». A partir de ahí, fluyen los recuerdos de una época en que se valoró mucho «la buena gestión de Ismael en la alcaldía. Eso hizo que Ponferrada fuera, en general, benévola con él», cuentan. «Era como un dios», añaden. Unos metros más allá comparten la impresión de que el entonces alcalde «era poderoso, podía hacer lo que quisiera». Hay coincidencia: «Pesaba más el poder de Ismael y era muy raro que una mujer acosada lo dijera. No era como ahora». «Pero hoy, la sociedad está más metida en ese tema», tercia un vecino, quien añade que se era «más permisivo que hoy en cosas así». Otro recuerda las manifestaciones de entonces con «la sensación de que fueron más políticas que otra cosa» y su esposa apostilla que quienes salieron a la calle «deberían haberse mantenido al margen». «Se manifestaron sin analizar las cosas y las juzgaron antes de tiempo», inciden. Entre alguno de los vecinos consultados existe la convicción de que «si hubiera pasado hoy, Ismael habría salido mucho peor parado».
Completa el ejercicio de reflexión otra ponferradina que se confiesa «culpable, personalmente, de haber sido demasiado indulgente» con Ismael Álvarez. Y argumenta que él «se quedó aquí y sigue haciendo su vida. Ojalá ella pueda volver y ver la ciudad como suya. ¿Ves? Nevenka se tuvo que ir y nadie le pidió perdón. Pero si no se hizo en su día, no lo van a hacer ahora», concluye. Un empleado de banca matiza: «El perdón no tiene vencimiento».