ABC (Galicia)

«Les guste o no a los políticos, a España se la conoce por los toros y el flamenco»

▶La mítica ganadería, con casi dos siglos de historia, es santo y seña de San Fermín y la Feria de Abril, donde Morante de la Puebla se ha apuntado al hierro de más leyenda negra

- ROSARIO PÉREZ LORA DEL RÍO (SEVILLA)

Solo su nombre infunde respeto: Miura. Temor, cerote, medrana, pánico, canguelo, julepe, jindama... Todos los sinónimos de miedo recitados por Juncal se congregan en una divisa que va camino del bicentenar­io. En la carretera de Lora del Río, dos calaveras asoman delante de un paraíso ecológico. Son el símbolo del hierro de más leyenda negra, pero también de las glorias más soñadas. La tradición y el amor al toro rezuman en cada rincón de ‘Zahariche’, la finca sevillana que esconde los secretos de la bravura de ayer y hoy. Casi dos siglos de tradición ganadera que son dos siglos de Historia de la Tauromaqui­a y de España. Basta con asomarse al salón del cortijo para ver la evolución del toro y de la sociedad, desde el ‘Capachito’ de Joselito a la estampa cipresal de Manolete o los mostachos en blanco y negro de los tendidos. Al fondo, el conocedor repasa la camada a caballo. Sobre la alfombra esmeralda de un inmenso cerrado, los miuras observan cada movimiento. En medio de un abanico de pelajes y pinturas imponentes, el número 28, totalmente encampanad­o, hace amagos de arrancarse. «Ese tiene ganas de guerra», dice Eduardo Miura mientras recorremos el cercado en un todoterren­o. Su hermano Antonio y su hijo Eduardo están al quite. Dos miuras reseñados para Pamplona y un tercero para Sevilla observan con cara de pocos amigos. Impresiona su mirada. Más vale abandonar pronto su territorio y no llevarles la contraria, que diría Pepe Luis... —¿Cómo logra Miura ese culto de aficiones tan dispares como las de Pamplona y Sevilla?

—Eduardo Miura: Hemos criado un estilo de toro muy especial, con esa diversidad que ha caído siempre bien en la Fiesta y que se echa en falta ahora. —San Fermín, uno de sus puertos, no cierra la ventana a dar corridas. —Antonio Miura: Sería un alivio para la Fiesta. No habría encierros, pero están con la idea de dar corridas. Sería importante que esto se mueva y que los que están en contra vean que el mundo del toro no se deja ganar la pelea.

—Otra temporada más como 2020, ¿sería soportable?

—A.M.: Un año se aguanta, malamente, pero se soporta. Otro no lo veo. Aquí los que estaban trabajando en 2019 continúan en 2021. Otro año sin ingresos preferimos ni planteárno­slo, porque dan ganas de cerrar el quiosco.

—¿Han calculado las pérdidas? —E.M.: Si coges papel y lápiz para hacer cuentas, te asustas de tal manera que te puedes pegar hasta un tiro. Las pérdidas han sido importante­s, pero agua pasada no mueve molino.

A la derecha del padre, otro Eduardo escucha atentament­e. ¿Interesa continuar? «Más vale que la respuesta sea ‘sí’», dice su tío Antonio. «He aprendido que esto no es un negocio, sino una forma de vida –señala el heredero–. Antes se preocupaba­n de que los toros embistiera­n; ahora, todo son piedras en el camino. Pero es un mundo que merece la pena y que tiene mucha verdad, algo que no se encuentra fácilmente hoy». —La afición se queja de la falta de variedad en los carteles.

—A.M.: Lo peor que hay es la monotonía, ver un cartel en un sitio cualquiera y al día siguiente, a 50 kilómetros, el mismo. No te mueves, si ya lo has visto... —¿Les agrada el gesto de Morante pidiendo miuras en la Maestranza? —E.M.: Pues sí, al menos hace un envite. La Fiesta quiere eso: salirse del sota, caballo y rey. Y, una vez que hace el esfuerzo y si se puede desarrolla­r, que tenga premio, que se lo merece.

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Los hermanos Eduardo y Antonio Miura, en la entrada de la ganadería, con sus míticas calaveras

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