ABC (Galicia)

Un mundo Disney

Morante, con miuras «La Fiesta necesita envites así y salirse del sota, caballo y rey» «La visión que tiene la sociedad de la naturaleza es de Disney» Leyenda negra «Aunque suene a barbaridad, la cornada es un bien de la Fiesta» Gobierno «Con Sánchez y co

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—Solo ver su nombre junto a la A con asas impone a los toreros. ¿Un ganadero también pasa miedo?

—A.M.: Más, y no diez minutos, sino dos horas. Un miedo de responsabi­lidades, de saber que te están esperando. Uno no puede echar las campanas al vuelo por mucho que embistan dos o tres corridas, o incluso una camada, porque luego sale la siguiente al revés, aunque sean prácticame­nte de los mismos sementales. En la genética del toro bravo, dos y dos no son cuatro.

—Además de las vacas, ¿quién sabe de toros?

—E.M.: El de arriba. Los que estamos aquí en la tierra nos creemos que sabemos de toros, pero muchas veces te das cuenta de que mientras más tiempo llevas, menos vas sabiendo. Aquí nunca te puedes creer que has llegado arriba. Cuando escucho a ciertos compañeros diciendo «no, yo la ganadería la tengo ya dominada», me sorprendo: mi familia lleva dos siglos en esto y todavía no la ha dominado. Seremos muy brutos. —Otrora sus corridas las lidiaban Manolete, Pepe Luis Vázquez o Pepe Bienvenida. Trasladado a las figuras de hoy, ¿sería impensable ese cartel? —A.M.: Podrían matarla, pero aquello era otro tiempo, otra época. Antes se les exigía más, tanto el aficionado como la prensa. Ahora cuando las matan es un gesto. Por esa regla, el que se anuncia normalment­e está haciendo gestos todo el tiempo. Si embiste, triunfan con ella, y si no, pues a matarla. El toreo ha cambiado mucho. Antiguamen­te les decían: «Eso igual, pero con una de Miura». —¿Ha evoluciona­do más el toro o el público?

—E.M.: Ha evoluciona­do todo. Para torear como se torea ahora ha tenido que evoluciona­r el animal. Y el público, también: antes había mucha afición y ahora hay espectador­es, que no es lo mismo. Si vas a la plaza, quitando cuatro, no saben ni quiénes torean.

—¿Qué hay de cierto en eso de que hoy se torea mejor que nunca?

—E.M.: Estéticame­nte, sí, porque el toro que se lidia permite ese toreo. Antes era menos estético pero más imprevisib­le. Ahora llega un momento en que, por

Eduardo Miura Fanjul, heredero de una divisa legendaria muchos pases que peguen, aquello no impacta.

—¿Por qué el toro siempre es el culpable de todo?

—A.M.: Porque no habla. El toro que despunta mucho todo el mundo lo ve. Lo malo es ese toro con posibilida­des de embestir y que sabes que no va a romper por el trato que recibe. Ese es el toro que debería hablar.

—¿Les molesta la leyenda negra? —E.M.: Forma parte de nuestra historia, pero no es nuestra bandera. No es nuestra bandera, pero es la realidad. No somos la ganadería que más mortalment­e ha herido a los toreros, lo que pasa es que han sido muy importante­s. Nuestra bandera son los triunfos de Espartaco, Puerta, Murillo, Manzanares, Escribano... Gracias a toros nuestros, se han lanzado carreras.

—Aquella sangre mortal y rosa del Espartero o Manolete demuestra la verdad en el ruedo.

—E.M.: El problema de ahora es que con ese toro tan noble que sacamos da la sensación de que no hay peligro. Y lo tiene, pero antes se veía más. A.M.: Nadie quiere la cornada, pero es la pura realidad. El torero se está jugando la vida, ese hombre no está en una obra de teatro ni en un baile. Un toro lo puede matar de verdad, como se ha visto. Y eso, aunque suene a barbaridad, es un bien de la Fiesta, un bien necesario para que se aprecie su verdadero valor. —E.M.: Lo peor es que uno del tendido diga: «A ese le pego yo pases».

—Con su divisa no se oye eso... —A.M.: El hierro hace mucho, pero si embiste dicen que no parece nuestro. —E.M.: Nos coge el toro siempre: si sale muy noble, que no parece de Miura; si sale con guasa, que es imposible. —¿Ven unidad en la tauromaqui­a? —E.M.: Hay una unión desunida. Se habla, se dice que es menester...

—¿Y el Gobierno está a la altura? —E.M.: Con Sánchez y compañía, que Dios nos coja confesados, a pesar de que ellos son poco creyentes. Aquí los que están bien son los que se sientan en el

Consejo de Ministros, llegan a fin de mes y no se preocupan de si el chófer de la puerta cobra o no. A nosotros nadie nos perdona nada. Yo sé que la imagen nuestra es como si fuésemos multimillo­narios y señoritos, pero la realidad es que estamos todos los días en la ganadería trabajando. Es lo que hemos visto a nuestros antepasado­s. Solo queremos seguir funcionand­o y pasar esta crisis, la más grave que hemos vivido, incluso si nos remontamos a la guerra.

—A ello se suma la dentellada del lobo. ¿Qué opinan de su inclusión en la lista de especies de protección especial? —A.M.: Una barbaridad. Tendrían que votar solo los que lo sufren. —E.M.: Son ecologista­s de despacho y salón. El espíritu de sacrificio se ha ido acabando. Pocos se dan al campo. —¿Se consideran animalista­s? —A.M.: Somos ganaderos. Me gustan los animales, pero no puede ser lo mismo un animal que un ser humano. Esa señora que lleva un perro que da pena por la calle y me critica, a lo mejor es ella la que maltrata a su mascota... El mundo rural se mantiene por las ganaderías y, gracias a ellas, existe la dehesa. La corrida es un espectácul­o duro, porque la sangre es muy escandalos­a, pero ningún animal vive como el toro. —E.M.: La mentalidad en el campo es distinta, se ve la realidad de la vida y de la muerte. Por ejemplo, pare una vaca y se le muere el ternero.

—E.M. hijo: La visión que tiene la sociedad de la naturaleza es de Disney. —A.M.: Me lo has quitado de la boca, vivimos en el mundo de Walt Disney. ¿Cuántos leones matan al ciervo? Yo no sé qué comerán esos animales. Y todos hablan. Es un mundo de mentira. —E.M. hijo: Estamos criando una sociedad que prefiere ocultar la muerte, como en esta pandemia. No podemos cambiar la realidad. La naturaleza no es buena ni mala, es la que es.

—Dice el director de Bienestar Animal que el símbolo español es el lobo. —E.M.: Ahora resulta que los pocos o muchos turistas que venían a España lo hacían por el lobo. Les guste o no a los políticos, a España se la conoce por dos cosas: los toros y el flamenco. —A.M.: España es una piel de toro, pero si quieren ahora la llamamos piel de lobo. —E.M.: Con la que está cayendo y que tengamos que escuchar tanto absurdo... Igualito que en Francia, donde no les da vergüenza apoyar la Fiesta.

—Ya que el fundador de esta ganadería, Juan Miura, era sombrerero, ¿ante quién se quitarían el sombrero? —E.M.: Como somos educados, si voy a saludar, me lo quito. Claro que si lo hago ante una mujer o la dejo pasar por delante, me llamarán machista. —Hasta la RAE ha llegado Miura, famosa por su bravura.

—E.M.: No es por presumir, pero en Sudamérica muchos pensaban que Miura era como una raza de los toros. También hay otra acepción en la que se refieren a la persona de aviesas intencione­s. —¿Algún miureño suelto?

—A.M.: De vez en cuando aparecen, de cuatro patas y de dos también los hay. —E.M.: Lo importante es que hablen de uno, aunque sea mal.

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FOTOS: RAÚL DOBLADO

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