ABC (Galicia)

Elena Colmeiro (1932-2021)

Ceramista pionera Ha sido un faro, un ejemplo para ceramistas más jóvenes, como su paisano Xavier Toubes

- JUAN MANUEL BONET

POR mi hermana Isabel me entero de que el pasado 24 ha fallecido en Madrid, su ciudad adoptiva, Elena Colmeiro, una de las ceramistas renovadora­s de nuestra posguerra. Hija del gran pintor cezanniano gallego Manuel Colmeiro, de cuya obra se ocupó siempre con devoción y eficacia, estuvo casada con el escultor Jesús Valverde. Últimament­e estaba ausente de la escena capitalina, pero fue objeto de diversas muestras en su Galicia.

Nacida en 1932 en la aldea paterna pontevedre­sa de Silleda, Elena Colmeiro fue una niña de la guerra, que a partir de 1941 vivió en el exilio porteño. Para mí era como de la familia. Primero porque Colmeiro, personaje delicioso al que recuerdo en su taller de Montparnas­se, era de la generación de mi tío abuelo ultraísta, Evaristo Correa Calderón, y de Seoane, con el cual ella coincidirí­a años después en Sargadelos. Segundo, porque el primer libro del mío, escrito en gallego, fue sobre el de Silleda. Y tercero, porque en 1962 el catálogo de la segunda individual madrileña de la ceramista, celebrada en el Ateneo, también lleva prólogo suyo.

Elena Colmeiro practicó una cerámica con tendencia a la escultura, y a propósito de esto hay que decir que su primera vocación fue la arquitectu­ra, y lo cierto es que muchas de sus piezas, con sus ocres, pardos y azules tan caracterís­ticos, y sus injertos de ladrillos o de metal o de madera (material único de algunas de sus piezas de hace unos años), tienen el aire de maquetas o proyectos de edificios, que a veces se agrupan como en ciudades imaginaria­s. Su primer maestro, todavía en Buenos Aires, fue otro exiliado, el segoviano Fernando Arranz. Su primera individual la celebró allá, en 1955, en la sala Müller. Tras alguna individual gallega, en 1960 dio el salto a la escena capitalina, vía la galería Jorge Juan. Como en la obra coetánea de Arcadio Blasco, en sus espléndida­s placas de aquel tiempo se aprecia el impacto del informalis­mo. En 1971 celebró una retrospect­iva en el MEAC.

Mujer de carácter, objeto de excelentes retratos fotográfic­os de Ramón Masats o de Xurxo Lobato, ha sido un faro, un ejemplo para ceramistas más jóvenes, como su paisano Xavier Toubes o como el valenciano Enric Mestre, con el que en 1976 coincidió, así como con Antoni Cumella, en una colectiva en homenaje a Josep Llorens Artigas celebrada en Ponce, galería ya desapareci­da, entonces dirigida (otra coincidenc­ia) por mi madre. Entre sus exposicion­es tardías hay que mencionar la del Museo Barjola de Gijón (1995), la del Museo de Pontevedra (2014), y la del Salvador Victoria de Rubielos de Mora (2015). En 2019 fue elegida académica de honor de la Gallega de Bellas Artes.

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