Un libro destapa los secretos del desembarco que cambió España
▶ La obra de Javier López aborda cómo y dónde se hundió el barco de Carlos I
Se supone que los cañones hacen «pum» y, a veces, cuando se les calienta mucho la boca, sueltan algún que otro «cataplum», pero no suelen ser muy locuaces. Cuando Javier López Martín se puso en 2006 a interrogar a una lombarda de bronce con nombre de mujer jamás imaginó que le contaría tantas cosas. «Me llamo Rosita, traigo muerte y parálisis. En el año 1509 me ha fundido Hans Vastenone», respondió a través de una inscripción la lombarda depositada en un museo de San Sebastián.
Aquella respuesta tétrica sumió a este historiador especializado en artillería en una investigación, «repleta de obstáculos», que ya dura más de diez años y que ha quedado plasmada en el libro ‘El primer viaje de Carlos de Habsburgo a España y el hundimiento del Engelen’, editado por la Fundación Alvargonzález y la Fundación José Cardín Fernández. Tirando del hilo, del cañón saltó a un barco de origen nórdico llamado Engelen; de la embarcación, al entramado político de Dinamarca y de allí, a la agitada Castilla del siglo XVI. Todos estos elementos sirvieron al investigador para adentrarse en uno de los tres desembarcos que, según Sánchez Albornoz, cambiaron la historia de España: la primera venida de Carlos de Habsburgo.
Una entrada complicada
«Este viaje transformó Europa y especialmente España, porque supuso un cambio de dinastía y complicó el panorama internacional del país hasta lo indecible», asegura López Martín, que ha estudiado cada detalle de la llegada del adolescente. Para esta entrada que pretendían triunfal, Carlos logró que su cuñado Cristián II de Dinamarca le cediera el Engelen, un barco de batalla de 35 metros de eslora.
Si bien siempre se pensó que debido a una tormenta el Engelen tuvo que atracar en el pequeño pueblo asturiano de Tazones, López Martín demuestra en su libro que aquel desembarco sin orden ni concierto no tuvo nada de improvisado: «Eligieron ese punto de España, precisamente, por lo recóndito del lugar y para evitar enfrentarse a los poderes castellanos. El resto de la flota llegó a Santander al día siguiente sin problema, pero el Rey y su séquito prefirieron realizar un trayecto alternativo para entrar en Castilla».
Carlos I y sus consejeros pudieron escabullirse en esa ocasión, pero más pronto que tarde tuvieron que enfrentarse a la indignación de una nobleza que se sentía desafiada por aquel imberbe monarca. Cuando el barco danés resultó hundido en un extraño incendio, las sospechas se dirigieron a parte de esos notables. «Todo apunta a un sabotaje, pero es imposible saberlo. Nadie dejaría una orden así por escrito», aclara.
Hoy en día la ubicación del pecio es desconocida, pero el primer día del hundimiento se rescataron buena parte de sus piezas artilleras en un hito logístico sin igual. «Todo el mundo conoce la historia de grandes barcos recuperados, como el Vasa sueco, pero una campaña de recuperación como esta no tiene igual en fechas tan antiguas. Recuperaron 129 componentes de artillería e incluso trataron de sacar el barco entero», recuerda López Martín, quien no tiene dudas de que si esto hubiera ocurrido en Francia o Inglaterra «habría museos gigantes montados en torno al hundimiento».
Lo que tiene el Engelen, en cambio, es olvido y desidia por parte de las administraciones públicas encargadas de buscar el pecio. El historiador ha delimitado cuatro lugares posibles donde pudo naufragar el barco. «El que más visos tiene está hoy ocupado por unas embarcaciones de recreo y va a ser difícil hacer algo ahí», sostiene López Martín. Toca ver si el libro da en la diana y hace que las autoridades culturales se pongan manos a la obra.
«En el País Vasco siempre me han insistido en que les interesa más la historia vasca que tiene este barco danés que trajo al Rey a España, pero sí ha habido interés. Más dificultades que con el Ayuntamiento de San Sebastián o el de Pasajes las he tenido con los responsables del Ministerio de Cultura, que me dijeron que no quieren entrar en conflicto con el poder regional, a pesar de que el puerto es de competencia estatal», explica.