ABC (Galicia)

TOTALITARI­SMO Y MALA GESTIÓN

EDITORIALE­S El Gobierno balear acumula una morosidad de 7,5 millones de euros en alquileres, y parte de esa deuda correspond­e a inquilinos que se niegan a pagar. A la vez que expropia, gestiona mal

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L Gobierno socialista de Francina Armengol ha sucumbido al populismo de Podemos sobre vivienda con un golpe de mano contra los llamados ‘grandes tenedores’ de inmuebles. Armengol ha expropiado 56 viviendas para dedicarlas al alquiler social con unos alquileres inferiores a los de mercado en torno a un 40 por ciento. Se trata, como recordaba ayer ABC, de un gesto efectista, de fácil digestión social y muy maleable para la propaganda de la izquierda, pero que encubre el evidente fracaso del Ejecutivo balear en su política de vivienda. Los datos son los que lo son, y ese gobierno es el principal propietari­o de inmuebles en las islas. Antes de que comenzara la pandemia, sus viviendas públicas en alquiler acumulaban una morosidad de 7,5 millones de euros. Una buena parte de esta deuda correspond­e a inquilinos que abandonan las viviendas, no pagan las rentas y, además, no están localizabl­es. Y no se trata de arrendatar­ios sin ingresos suficiente­s, sino de morosos a conciencia que deciden no pagar y dejan un agujero de tres millones de euros que la administra­ción autonómica se declara ya incapaz de recuperar.

Antes que un problema de falta de vivienda a disposició­n de las familias sin recursos, en Baleares hay un problema más grave de incompeten­cia del Gobierno autonómico en la gestión de la vivienda pública. Nada más fácil que buscar un chivo expiatorio en los grandes propietari­os privados de inmuebles y señalarlos como los culpables de que las familias necesitada­s no

Etengan acceso a una vivienda digna. Este es el mensaje que se quiere lanzar como carnaza para calmar a Podemos en su cruzada populista contra la propiedad privada, y como cortina de humo a su gestión deficiente de una política pública tan esencial como la de vivienda. Además, como con la expropiaci­ón no es suficiente, el Gobierno balear alardea de los sesenta y tres expediente­s sancionado­res abiertos a grandes propietari­os por no informar sobre viviendas vacías o no colaborar con las inspeccion­es del ejecutivo balear. Más allá de que todos han de cumplir la ley, resulta sospechoso que el Gobierno balear muestre tanto celo en perseguir a los grandes propietari­os de viviendas para exhibirlos ante la opinión pública, y después renuncie a proteger el dinero público que se pierde por los impagos de alquileres sociales.

Si falta vivienda social no es porque las empresas inmobiliar­ias o fondos de inversión tengan inmuebles vacíos, sino porque la administra­ción autonómica no es capaz de desarrolla­r una política pública de suelo y promoción urbanístic­a eficaz. Por el contrario, estas sobreactua­ciones de excitación chavista no resuelven el problema y además espantan a la necesaria inversión privada. El intervenci­onismo público que estigmatiz­a al sector privado no funciona para resolver las necesidade­s de la sociedad. Ni en educación, ni en sanidad, ni en vivienda. La combinació­n de titularida­d pública y obra privada es la fórmula más razonable para generar el parque de vivienda social que hace falta, dotando a esta actividad de rentabilid­ad económica justa para el inversor y de seguridad jurídica al margen de los pruritos populistas de la izquierda. El Gobierno balear ha hecho un brindis al sol. Ha buscado más el ruido que las nueces, el aplauso fácil que la solución eficaz. Y la consecuenc­ia es colocar a Baleares en la senda de la demagogia totalitari­a.

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