La utilidad del voto inútil
La convocatoria de elecciones autonómicas en Madrid el próximo 4 de mayo va más allá de ser un primer proceso plebiscitario sobre la gestión de Pedro Sánchez y su coalición con Unidas Podemos, aunque aparentemente las elecciones generales aún estén lejos, como ha afirmado esta semana la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo. Las urnas en Madrid van más allá incluso de presentarse como el test de estrés definitivo para el futuro de Ciudadanos, o de ofrecer el primer indicio sobre el porvenir político que depare a Pablo Iglesias en su inestable deriva acumulativa de cargos desde que accedió a la política. De eurodiputado, a diputado en el Congreso, de ahí a vicepresidente, y ahora, parlamentario irrelevante en la Asamblea de Madrid o, por el contrario, condicionante de una nueva etapa en la proyección o supervivencia de Podemos como un proyecto en reinvención.
La radicalización, en entredicho
Las apuestas, tanto de Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso, como de Pedro Sánchez en unas elecciones que han sorprendido al PSOE con el pie cambiado, pero especialmente de Iglesias e Inés Arrimadas –probablemente otra fase más en el fin de la ‘nueva política’–, entrañan un riesgo colectivo desconocido en los últimos diez años que va mucho más allá de unos comicios regionales. No es solo un líder quien se juega su futuro. Son varios… y variados, porque la estabilidad de los ejes izquierda-derecha está en entredicho. Y esta vez, no solo por la fractura en cada uno de esos espacios electorales, sino porque lo que está a prueba directamente son los liderazgos. Del resultado que obtengan sus partidos dependerá el resto de la legislatura, dure lo que dure. Hasta ahí, ninguna novedad analítica reseñable.
El voto de gestión frente al emocional
Sin embargo, Madrid pondrá a prueba la paradójica utilidad del ‘voto inútil’. La apelación polarizada a izquierda y derecha del ‘voto útil’ es siempre una constante, más aún en momentos en los que el centro político cotiza muy a la baja, y en los que la moderación tiende a desaparecer frente a la crispación. La primera clave, pues, de estos comicios será determinar si esa tendencia vuelve a modificarse, y si los reclamos ideológicos extremos, especialmente entre Unidas Podemos y Vox, consiguen seguir socavando al bipartidismo. A priori, y a tenor de los primeros sondeos publicados, no parece ser así. Al contrario. Aparentemente ni Vox crece –aunque pueda ser esencial para la conformación de un gobierno mayoritario de Díaz Ayuso–, ni Iglesias será el revulsivo de una izquierda radical decepcionada que empieza a arrinconar por demagógico aquel voto de reclamo emocional frente a la ‘alerta antifascista’, y que se palpa el bolsillo y, por tanto, la gestión de Iglesias.
Inutilizar al oponente
Desde Más Madrid, Íñigo Errejón aspira a inutilizar el voto de Iglesias. Desde el PP, Díaz Ayuso pretende inutilizar –lo justo– el voto de Vox. Ciudadanos se ha inutilizado a sí mismo, y solo le quedará el recurso de superar el cinco por ciento del voto madrileño para aspirar a condicionar con menos de una decena de escaños el Gobierno madrileño y tomar resuello en su proceso de descomposición. Sánchez pretende inutilizar de modo definitivo a Unidas Podemos, como ha ocurrido ya en las elecciones vascas y gallegas, y en menor medida, pero también, en las catalanas. E Iglesias, pretende inutilizar a todos asumiendo el riesgo máximo de inutilizar definitivamente a su propio partido. Y lo que es más perjudicial para esa izquierda que creyó en su programa antisistema, de inutilizar una alternativa al PSOE.
Debilitar la legislatura de Sánchez
Sánchez cuenta de antemano con no gobernar Madrid… Si después surge la ocasión, lo negociará a cualquier precio. Sin embargo y como alternativa, su principal activo será asistir a la progresiva asfixia de Podemos y disponer de dos años más para recuperar progresivamente un caudal de voto perdido a la izquierda del PSOE. Ni Arrimadas ni Iglesias tienen asegurado un futuro apacible, entre otros motivos porque los comicios madrileños no solo permitirán calibrar el volumen del ‘voto a favor’ de Díaz Ayuso, sino el valor real del ‘voto en contra’. El voto de la penalización y el castigo, incluso por encima del voto ‘ilusionante’, ese que en términos demoscópicos genera habitualmente expectativas contagiosas.
En mayo es más factible que impere el voto contra algunos candidatos por encima del voto a favor de otros. Pero si se produjera una mezcla plausible de ambos en esa disyuntiva límite que pretende plantear Podemos –una pugna particular Iglesias-Ayuso–, sería Sánchez quien tendría un motivo real para la preocupación por el debilitamiento de su legislatura. Primero, porque un triunfo reforzado de Díaz Ayuso supondría una reafirmación anímica para el PP y, segundo, porque su estrategia de apoyo en Podemos empezaría a caducar definitivamente, y su estrategia para reflotar a Ciudadanos habría resultado un fracaso.
Recesión y temor frente a ideología
«A Díaz Ayuso solo le quedará no cometer errores en campaña, evitar una sobreactuada euforia preventiva y confiada... y esperar. Porque ahora, al contrario que hace dos años, ni necesita darse a conocer ni maquillar su discurso»
La recesión económica será asimismo un factor crucial en las elecciones. Sin bonanza económica, las ideologías, el dogmatismo y la radicalización populista tienden a decaer en favor de los criterios estrictos de gestión. Desde esa perspectiva, Díaz Ayuso ha consagrado a su favor una imagen de rebeldía frente a las medidas de Sánchez, frente a la propaganda de La Moncloa y frente a las campañas de acoso político y mediático de la izquierda. En principio, esta estrategia le beneficia demoscópicamente, incluso rebañando por primera vez en tres años un incipiente voto de Vox, basado en cierta identificación programática, pero sobre todo en la percepción de un amplio sector de la derecha de que es la única alternativa viable y la aglutinante de un voto útil que permita dedicar el primer voto de castigo serio a Sánchez.
Si a ello se suman, frente a las facilidades que tenía Iglesias años atrás para movilizar a un votante ilusionado de la izquierda, las dificultades que tiene hoy derivadas de su pérdida de credibilidad, a Díaz Ayuso solo le quedará no cometer errores en campaña, evitar una sobreactuada euforia preventiva y confiada… y esperar. Porque ahora, al contrario que hace dos años, ni necesita darse a conocer ni tiene necesidad de maquillar su discurso. De hecho, lo reafirmará.