PROYECTOS PARA GASTAR CUATRO BILLONES DE DÓLARES Biden subirá impuestos para pagar su plan de infraestructura
La ‘semana de la infraestructura’ es un lugar común en EE.UU., una alusión jocosa al momento en el que cada nuevo presidente presenta su gran plan para renovar aeropuertos, tender puentes, arreglar carreteras y promover trenes de alta velocidad que no se materializan. Lo habitual es que estas propuestas acaben arrinconadas con las prioridades del momento y que las infraestructuras sobrevivan otra presidencia con apaños y parches, como se puede comprobar en muchas partes de EE.UU.
Joe Biden quiere que la ‘semana de la infraestructura’ deje de ser un chiste y va a poner buena parte de su capital político en ello. El presidente de EE.UU. parece mucho más interesado en planes de gasto que impacten de forma beneficiosa al estadounidense medio y menos en asuntos más conflictivos, como la reforma migratoria o cambios en el acceso a las armas. Biden tiene previsto presentar hoy su propuesta de infraestructuras, dentro de un plan de gasto faraónico, de alrededor de cuatro billones de dólares. Las infraestructuras son la primera parte del llamado ‘Build Back Better’ (‘Volver a construir mejor’, con aroma ‘trumpista’) y se desplazará a Pittsburgh (uno de los símbolos del pasado industrial glorioso del país y la segunda mayor ciudad de Pensilvania, un estado decisivo) para su puesta de largo.
Su propuesta supondrá un gasto de más de dos billones de dólares en carreteras y puentes, inversiones en vivienda y energía limpia o financiación de residencias de ancianos. La segunda parte, que se anunciará en las próximas semanas, será un plan ambicioso de gasto social que afectará a cobertura médica, deducciones fiscales por hijos o bajas médicas y de maternidad. En total, alrededor de cuatro billones de dólares, que se suman a los 1,9 billones en el nuevo paquete de Covid que se aprobó el mes pasado.
Aquel plan de estímulo contra los efectos de la pandemia se aprobó sin apoyos relevantes de los republicanos en el Congreso. Los demócratas cuentan con mayorías exiguas en la Cámara de Representantes y, sobre todo, en el Senado –empate a 50, que resuelve el voto decisivo de la vicepresidenta, Kamala Harris–, donde se necesita una mayoría de 60 de los 100 senadores