Esclavitud
Tras la muerte de George Floyd, la protesta racial llegó a Washington y exigió el derribo de la estatua Abraham Lincoln fue asesinado en 1865 y esclavos liberados lo homenajearon pagando la ahora polémica escultura
los adjetivos elegidos para describir la estatua son llamativos: «ofensiva», «humillante», «hiriente», y, para una persona, «racista». En su gran mayoría, estos vecinos que opinan sobre la estatua de Lincoln son de raza blanca, porque esta zona, conocida como Capitol Hill, está completamente gentrificada. Es decir, los residentes originarios, en su mayoría de raza negra, fueron desplazados en su día por otros con más capacidad adquisitiva, en su inmensa mayoría blancos, que han hecho subir y subir los precios de venta y alquiler de las viviendas. Hoy pueblan estas casas cuyo precio suele superar el millón de dólares sobre todo empleados de diputados y senadores del Capitolio.
Verano de descontento
Todos estos vecinos fueron testigos el año pasado de cómo la abrasadora protesta racial llameaba junto a sus ventanas, elevando notablemente la temperatura de un verano asfixiante de pandemia. El ‘Monumento a la emancipación’ se convirtió en el último gran objeto de la furia contra las estatuas erigidas durante un pasado incómodo, derribadas ya las más polémicas, de generales confederados y descubridores y conquistadores españoles. Una turba intentó derribar esta estatua de Lincoln no una sino varias veces, y la policía tuvo que acordonar el parque y colocar una reja negra para protegerla durante varios meses.
Frente a la estatua se sucedieron y hasta coincidieron, con puntuales estallidos de violencia, manifestaciones a favor y en contra de retirarla.
La estatua de Lincoln, inaugurada en Washington en 1876, fue encargada y pagada por esclavos que habían sido liberados gracias a las decisiones de Lincoln durante la Guerra Civil. Su autor era de raza blanca Para los manifestantes enardecidos por la muerte de George Floyd, un hombre de raza negra, bajo custodia policial, esta escultura representaba todos los males de una sociedad americana que todavía no ha ajustado cuentas con su propio pasado racista.
Daba igual lo que Lincoln representara, que nunca tuviera un esclavo o que acabara con la esclavitud y venciera a los estados rebeldes y esclavistas. El conjunto arquitectónico en sí resulta a los manifestantes insultante. (El juicio contra el agente de policía acusado de asesinar a Floyd, Derek Chauvin, ha comenzado este lunes en Mineápolis). El político Marcus Goodwin, que hace un año lideró un movimiento para retirar la estatua por la vía legal presentando mociones ante el gobierno federal, considera que la estatua perpetúa la noción de que las personas de raza negra son inferiores. «Es hora de retirar los monumentos que conmemoran la sumisión intencionada de las personas negras en este país. Las estatuas confederadas son un ejemplo patente, pero esta estatua en Washington perpetúa la idea de que estamos por debajo de los blancos y simplemente deberíamos todos estar agradecidos por las sobras que nos arrojan. Si bien Abraham Lincoln fue un grandioso presidente de EE.UU., digno de ser conmemorado, ya tiene un monumento nacional que no tiene matices raciales que resultan degradantes», dice Goodwyn, quien logró 10.200 firmas en una petición publicada en Change.org.
Hay una diferencia, sin embargo, entre el majestuoso y señorial monumento a Washington al otro cabo de la capital, y esta modesta estatua en este parque a la sombra del Capitolio. Aquel, de mármol llegado de las mejores canteras de la nación, lo encargó el gobierno federal en 1910, cuando no había ni una sola persona de raza negra en la Cámara de Representantes o el Senado. Este último en bronce, visto hoy como racista, fue encargado tras la muerte de Lincoln y pagado íntegramente por personas de raza negra que habían sido liberadas de la esclavitud. El pago lo hicieron con sus primeros salarios. El escultor, Thomas Ball, era de raza blanca.
Desde el momento en que