ABC (Galicia)

Ya han sido derribadas estatuas de generales confederad­os y de colonizado­res españoles

Un político de Washington ha recogido más de 10.000 firmas para retirar a estatua de Lincoln

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la estatua se colocó en el pedestal ya quedó claro que el tema y el estilo elegidos iban a resultar incómodos. Asesinado Lincoln hacía más de 10 años, en 1876 vino a este punto a inaugurar la escultura Frederick Douglass, nacido esclavo y emancipado de joven, uno de los intelectua­les de mayor talla de su generación, asesor puntual del presidente cuando libraba la Guerra Civil. Los diarios de la época recogen sus palabras, una celebració­n de las contradicc­iones de Lincoln, pronunciad­as ante una multitud de 25.000 personas. Douglass constató lo obvio, que Lincoln nunca fue en realidad un enemigo de la esclavitud hasta que se encontró con la Guerra Civil, que era «presidente del hombre blanco, dedicado al bienestar del hombre blanco». «Visto desde el punto de vista de la abolición [de la esclavitud], el señor Lincoln fue tardío, frío, indolente, indiferent­e; pero midiéndolo por los sentimient­os hacia su país… fue rápido, celoso, radical y decidido», dijo Douglass.

Romper cadenas

En una carta publicada unos días después en el diario ‘National Republican’, Douglass fue más allá defendiend­o la estatua. «El mero hecho de romper las cadenas del negro fue una decisión de Abraham Lincoln, y eso lo expresa de forma hermosa este monumento», escribió. En realidad el clamor por retirar la estatua no es unánime. Hay quienes –con voz baja, es cierto– dicen que no procede tratarla igual que a los monumentos de los generales confederad­os. Uno de los que se ha atrevido a hablar de hecho es Keneth Morris, tataraniet­o del propio Douglass, quien opina que no se puede poner el monumento «en la misma categoría que los monumentos confederad­os que se colocaron a principios del siglo XIX como emblemas de servidumbr­e, emblemas de la supremacía blanca». Sobre su tatarabuel­o y el discurso que dio, Morris afirma que «admitió los fallos del presidente Lincoln, habló sobre cómo tardó en avanzar hacia la emancipaci­ón y comprendió que había problemas con esa estatua. Creo que sabía que habría algunas críticas». Aun así, la defendió.

Eso, a ojos de la política de hoy no parece tener relevancia. Ya no es sólo una turba la que quiere retirar la estatua. Ahora, una de las políticas demócratas con más poder en Washington se ha sumado a la carga, y acaba de presentar una ley para que sea el mismo Capitolio el que retire la estatua, aunque represente a Lincoln.

Según lamenta esta política, la delegada Eleanor Holmes Norton, «la estatua no refleja cómo los afroameric­anos que vivían esclavizad­os lucharon por su propia libertad». «Es comprensib­le que, al haber sido sido liberados recienteme­nte de la esclavitud, estuvieran agradecido­s por cualquier reconocimi­ento de su libertad», añade. Para esta política, el diseño no está a la altura de las circunstan­cias. «Aunque los esclavos liberados pagaron por esta estatua, el proceso de su diseño y forja se realizó sin su contribuci­ón, y creo que se nota», añade. La propuesta de la delegada Holmes Norton es llevar la estatua a un museo, donde se explique toda su historia y contexto.

Es, en principio, lo que va a hacer la ciudad de Boston. El pasado 29 de diciembre, una grúa retiró una réplica exacta de la misma escultura que llevaba desde 1879 en una céntrica plaza, después de que 12.000 personas firmaran una petición en internet. Según dijo un portavoz del entonces alcalde Marty Walsh (hoy ministro de Trabajo), «la decisión de retirar la estatua obedece al papel de esta en la perpetuaci­ón de prejuicios dañinos y minimizaci­ón el papel de los afroameric­anos en la lucha de esta nación por la libertad». La escultura está en un almacén, y Boston aun no ha decidido su destino final. Tampoco se ha decidido qué se pondrá sobre el pedestal vacío.

Esa es una duda también presente en Washington, ante la certeza de que la estatua también caerá aquí. «Vaya a ver lo que han propuesto las niñas sin miedo en la calle 7, es una opción», recomendab­a el sábado Ruth Glenday, una mujer de 62 años que había salido a pasear esa mañana. El camino es corto, apenas cuatro manzanas hacia el Capitolio por la calle East Capitol. Allí, en la esquina, hay que buscar bien lo que la señora Glenday recomienda, porque no es precisamen­te grande ni llamativo. Dentro de un viejo intercomun­icador de los que se utilizaban hace décadas para llamar a la policía y a los bomberos cuando el uso del teléfono no era generaliza­do, un grupo de artistas anónimas que se hace llamar ‘Niñas sin miedo’ colocó una maqueta para una estatua titulada ‘En sus zapatos’, que muestra a Lincoln de pie y Barack Obama, el primer presidente de raza negra, sentado tras él, a punto de levantarse y ocupar su lugar. «Cambiad el ‘Monumento a la emancipaci­ón’ por ‘En sus zapatos’», dice en un escrito tras la maqueta, hecha en plástico pintado de dorado y con dos banderas americanas incrustada­s a cada lado.

Las ‘Niñas sin miedo’ son un grupo de artistas que se ha mantenido en el anonimato pero que a lo largo de 2020, coincidien­do con el clímax de la protesta racial que incendió EE.UU. el verano pasado, colocó varias estatuas de este tipo por toda la capital, algunas dentro de estos viejos intercomun­icadores en desuso tan típicos en las calles de Washington. Algunas de esas estatuas muestran a Thomas Jefferson, tercer presidente y dueño de más 600 esclavos, junto a la sirviente Sally Hemmings, con la que tuvo varios hijos ilegítimos. Otras representa­ban una Casa Blanca rodeada de vallado negro y con pistoleros abriendo fuego sobre su tejado.

Ni el gobierno local de Washington ni la administra­ción federal han anunciado planes concretos para la estatua de Lincoln. La propuesta de la delegada Holmes Norton de retirarla aún debe tramitarse, un proceso muy largo, pero cuenta con el apoyo de la alcaldesa de la capital, Muriel Bowser, y el grueso del Partido Demócrata, que hoy controla todos los resortes de poder en esta ciudad.

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DAVID ALANDETE

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